El futbolista del Levante UD Toño García va camino de cumplir su segunda semana en el Centro Penitenciario de Teruel con un talante distinto al de los primeras horas tras su detención, ahora cada vez más confiado de obtener la libertad bajo fianza que ha pedido su defensa a la Audiencia Provincial de Teruel. El jugador se encuentra solo en una celda y dedica todas las horas que puede a practicar deportes, entre ellos el fútbol, al que puede jugar con el resto de internos durante al menos dos horas al día en el patio. También visita frecuentemente el gimnasio, pero es con el balón con lo que siente más consuelo, según su entorno. Con la pelota en los pies, tiene el respeto asegurado.

Toño se siente «muy tranquilo» y «ha hecho piña» con otros presos preventivos desde que el pasado 8 de febrero fuese detenido por una presunta vinculación con un grupo criminal que extorsionaba a clientes de una web de contactos sexuales. Concretamente, fue detenido, tras ser investigado en la causa, al reconocer en su declaración que guardó 4.200 euros en su casa a uno de los miembros de la banda, al que había conocido hace «unos dos meses». Lo argumentó en que este le pidió que le custodiase el dinero porque tenía problemas de ludopatía. El abogado de Toño ha pedido la libertad con una fianza de 100.000 euros.

Según fuentes cercanas a Toño, este ha conseguido rebajar la preocupación que sentía los primeros días por las lógicas consecuencias de su detención y por el revuelo mediático que ha causado. Desde su entorno, aseguran que el futbolista tiene «la conciencia muy tranquila porque sabe que una vez se levante el secreto de sumario, todo esto se va a desinflar y se demostrará que es inocente». Su padre ha ido a visitarlo al menos ya 3 veces y el jugador tiene derecho a un vis a vis mensual.

Dentro de la desagradable vivencia de ingresar en una prisión, desde el círculo más cercano del jugador consideran que su situación podría ser peor. El Centro Penitenciario de Teruel, hasta hace poco una prisión obsoleta tras su construcción en la postguerra, está recien remodelada y ampliada tras las obras que se realizaron entre 2012 y 2016.

La prisión de Teruel es un centro calificado de segundo grado por la presencia de presos poco conflictivos. Las cárceles de máxima seguridad son las de primer grado, las preparadas para internos que tienen esa misma calificación por su peligrosidad. La de Teruel está considerada, junto a las de Albacete y Cuenca, como una las prisiones «más tranquilas» de España. Tiene una capacidad para más de 400 internos, entre penados y preventivos, el doble que antes de su renovación.