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Tribuna

Que ruja el Ciutat

Las caras de desesperación en el Levante durante el partido. levante-emv

El 2019 no está siendo fácil para el Levante. Tras el cierre del año anterior, con una Junta General de Accionistas que proclamó a los cuatro vientos el principio de una nueva era de prosperidad y expansión en la élite del fútbol español, hoy en Orriols reina una sensación de asfixia.

En una corta franja de tiempo el cambio en el estado de ánimo colectivo ha sido radical, producto en gran medida por una serie de crisis sucesivas a las que no se ha sabido hacer frente desde el club.

La negligencia en el caso Chumi, un mercado invernal en que la plantilla azulgrana se ha devaluado, los estrambóticos episodios protagonizados por Jason y Toño, el ensañamiento del VAR con los granotes, y las dudas que aún planean sobre la dirección deportiva, han hecho mella.

Pero es que, además, sobre el verde, el conjunto dirigido por Paco López ha ido claramente de más a menos durante este curso, una involución preocupante que ha encendido todas las alarmas, especialmente tras consumarse la resurrección de un Villarreal que parecía herido de muerte hace escasas semanas.

Ante esta situación, sorprende la reacción de un Ciutat inerte. Puede que la política social expansiva haya servido para que el estadio presente unas cifras de asistencia inconcebibles hace no mucho, pero no es menos cierto que se echa en falta ese espíritu rebelde y combativo que tanto ha caracterizado al levantinismo, por encima de cualquier tipo de adversidad.

Salvar la categoría es mucho más que un objetivo deportivo, por lo que, una vez alcanzado el tramo decisivo de la temporada, es momento para que la grada vibre, ruja, y empuje a sus jugadores hasta el final.

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