No miremos más atrás, de momento. Tiempo habrá de analizar cómo y por qué se nos ha complicado tantísimo la vida. Hay que echar la vista adelante para ser plenamente conscientes de lo que representaría, para el crecimiento social y deportivo del Llevant UD, no seguir en Primera. Los grandes retos del futuro son obvios y serán muy complicados en Segunda.
Aparte de enderezar y consolidar una identidad, una actitud y una forma de trabajar que permita al primer equipo seguir muchos años en la élite, el club se juega cuatro cuestiones esenciales con la permanencia: la democratización accionarial, proceso a punto de ponerse en marcha y que será, si es exitoso, la base más sólida del crecimiento granota; el afianzamiento de su escuela de fútbol y de todas sus secciones; la última fase de la reforma del Ciutat de València, y la construcción del hogar de la cantera blaugrana en Natzaret.
Tal vez sea meter demasiada responsabilidad en las piernas de nuestros futbolistas pero es lo que hay: en los próximos tres encuentros de ellos depende no sólo la permanencia, sino la posibilidad de que el Llevant, como club, dé un salto exponencial en su 110 aniversario, algo que lleva soñando el levantinismo toda la vida, durante generaciones, desde los albores del siglo XX.
Bajemos al barro. Las sensaciones no pueden ser mejores tras los partidos de Betis y Barcelona. En el Camp Nou no se puntuó por un maldito balón que no quiso besar la red, después de dar en el palo y pasearse por la raya de gol. Bien podría haber tropezado en la espinillera de Ter Stegen? pero hay días que las cosas están destinadas a no suceder. Quedan, eso sí, la esperanza en la imagen ofrecida por un equipo sorpresivamente sólido en defensa, ante la mejor delantera del globo; por un once descarado y alegre cuando necesitaba marcar para no marcharse de vacío. Con el planteamiento y la actitud de los dos últimos encuentros, más el apoyo incondicional de un Orriols hasta la bandera, parece imposible que el Llevant no gane hoy.
