Mañana de lucha, de entrega, de fútbol la que se vivió ayer en un Ciutat de València que volvió a rugir fuerte para convertir el feudo levantinista en un auténtico fortín. Desde las once de la mañana, donde miles de aficionados se agolpaban en la calle para recibir a los de Paco López, el sol presidía un caluroso día que auguraba uno de esos grandes momentos en Orriols, de los que se recuerdan pase el tiempo que pase. El equipo no se jugaba un título, pero un triunfo valía igual su peso en oro de cara a mantenerse una temporada más en la máxima categoría del fútbol español.

Daba igual que enfrente estuviera un Rayo Vallecano que se jugaba la vida, que venía de ganar al Real Madrid hace una semana. Eso ya no importaba, solo valía ganar. Y desde el primer minuto se notó en esa caldera en el que se convirtió el estadio levantinista, empujando a sus jugadores que iniciaron el partido yendo a morder al rival. Con el paso de los minutos, solo los «ui» de la grada en cada fallo rompían la armonía creada de cánticos y apoyos a un equipo que no parecían estar luchando por la permanencia.

Y llegó el premio. El gol de Campaña hacía estallar de júbilo las casi 20.000 gargantas que se acumulaban en el estadio, que seguían en éxtasis en el tradicional bufandeo y que se veían con pie y medio en la salvación después de que los granotes se fueran al descanso con un 2-0 y dominando casi por completo el partido.

Con la segunda parte y el tanto rayista, algunos fantasmas de jornadas pasadas salían a relucir, pero el resultado final, culminado por el tanto de Bardhi los disipaba. Nuevo partido en Orriols, nueva goleada levantinista. Felices salían los aficionados de su segunda casa conscientes de lo que significa este triunfo. Atrás solo quedaba unos asientos vacíos y la afición del Rayo, que se desquitaba de la derrota gritándole a su presidente «Presa vete ya».