La frontera entre la victoria y el empate, incluso entre el empate y la que perfectamente podría haber acabado siendo una derrota tras jugar los últimos 20 minutos fundidos y en inferioridad, fue muy delgada. Tan fina como la que se trazó entre una posición legal y otra en fuera de juego para anular el gol de Roger. Así como en su día ocurrió con el infame talón de Morales, esta vez fue una parte todavía más pequeña del cuerpo, la axila del Pistolero, la que marcó que estaba en posición ilegal. En fuera de juego, si acaso es que lo era, por los pelos del sobaco. Aunque, como si estuviese del todo claro, el árbitro ni siquiera consultó el monitor. Parecido a aquel anuncio de neumáticos de lluvia según el que la tecnología sin control no sirve de nada. Los acólitos del VAR, en jugadas de estas, tampoco tienen ningún sentido.

La victoria, en realidad, no se esfumó sólo por eso. Ni siquiera por el hecho de que mientras que al rival se le pasó todo por alto, a él lo frieran a tarjetas. Sin embargo, entre una cosa y otra, pese que la de la primera parte fue la mejor versión de la temporada, el Levante se acabó saliendo del partido. La patada definitiva, para más inri cuando estaba resucitando, se la dio Hernani con su expulsión. El portugués, además de marcar el gol, fue un primor dando alternativas y profundidad, pero sin balón volvió a demostrar porqué no la ha roto en la élite con el nivel que alcanza con él. El árbitro, que ya tuvo que expulsarle en la jugada anterior por simular un penalti, no le advirtió una segunda vez. Viendo que no llegaba a tiempo de parar la contra habría sido tan fácil como seguir la jugada en lugar de tirarse al suelo en el centro del campo y cazar el tobillo del Chimmy. A la calle, sin discusión.

Paco López, con todo en contra, se la jugó al ataque con Rochina y Sergio León cuando se quedó con 10. Aunque esta vez, dando muestras de que hay cosas en las que ha cambiado para bien, acto seguido terminó dando por bueno el empate. No hay otra lectura para su última decisión: con el equipo fundido, especialmente un Miramón de lo más activo, optó por Coke atrás. El cambio de Morales, que perfectamente podría haber sido antes Hernani, estaba cantado. Igual que los de Roger y Borja Mayoral, si bien chirrió que el del Pistolero, que también llevaba tarjeta, fuera antes. Los cuatro, especialmente el Pistolero con sus movimientos de nueve de manual, habían sido claves en el ataque durante el primer tramo corriendo al espacio. Desactivándolos de cuajo tras el descanso, Arrasate estuvo a punto de rascar los tres puntos de un encuentro del que tenía pinta que no iba a oler ni uno.

Con un estilo reconocible y un centro del campo en el que el dinamismo de Radoja dio alas a Campaña, el Levante ganó en profundidad y desperdició un sinfín de ocasiones con las que podría haber sentenciado por la vía rápida. Hernani marcó pronto y Osasuna se escapó vivo de milagro. La defensa rojilla, sumándose al festival, guitarreó en la asistencia de Miramón y se mereció un castigo mucho más severo por sus errores. Entre ellos los de Fran Mérida, cambiado drásticamente al descanso. El más gordo de todos fue una pérdida grosera en la medular en la que, aunque ya no hace falta, volvió a quedar claro que Mayoral, al que hay que exigirle mucho más, no tiene diente. Tampoco lo tiene Miramón, que no atinó con el portero vencido, aunque el gol no es su faena y como lateral con recorrido sigue yendo a más.

Después de siete jornadas, así como unos lo han perdido, otros como Miramón se han ganado el sitio en el once titular. Es el caso también de Nemanja Radoja, aunque su buen partido lo afeó con la dramática pérdida del gol. Dinámico por delante de la defensa y con unos números soberbios en pases, balones largos y duelos aéreos hasta esa pifia gorda, con su posición por delante de la defensa permitió que Campaña pudiera soltar amarras y que los centrales se sintiesen más arropados. Sin embargo, en un exceso de confianza, el serbio alargó innecesariamente una conducción pegado a banda y el equipo lo pagó caro. A Vezo, mucho más solvente en la salida de balón, le faltó contundencia por arriba y Rubén García, que en su regreso al Ciutat no lo celebró, tuvo la suerte de cara para que su tiro le pasara debajo de las piernas a Miramón.

El error de Radoja dio pie al empate, aunque esa no fue la primera oportunidad de Osasuna para conseguirlo. El propio Rubén había tirado antes la caña llamando llamando a Oier Sanjurjo y cogiendo a Aitor en un renuncio con su disparo directo. El portero se esperaba el centro y lo salvó el poste, aunque aun así tuvo tiempo de desquitarse, sobre todo con un palmeo a córner que parecía gol claro de Estupiñán. El partido, pese a la inferioridad, no se terminó en su área. La última oportunidad la tuvo Rochina armando rápido un latigazo desde la frontal. Sergio León incluso podría haber armado un contragolpe justo cuando se pitó el final. El árbitro le pidió perdón, aunque no fue ese el error del que tenía que disculparse.