Orriols recuperó un tiempo que parecía olvidado por Levante, rehabilitado fuera de casa y, ahora, ante su gente. Despachó al Barça y ayer lo hizo con el Mallorca sin grandes apuros. La cifra de victorias en el tramo reciente, 3 de 4 con la de Anoeta, ya dice mucho para un equipo que había penado durante toda la temporada para rentabilizar sus goles.

Luis Enrique debería tomar nota, si no lo ha hecho ya, de Aitor Fernández. El portero del Levante UD es fuentes de puntos desde el primer partido. En su versión de goma, respondió a un remate de Budimir, desde el punto de penalti, con una estirada imposible sobre la raya de gol, con el cuerpo metido en la portería, con la que escupió la pelota. Una intervención al estilo de los grandes porteros voladores, felinos, que cierran el espacio con una obsesión extrema. Tiene, además, ese punto temerario que le hace singular. Puros reflejos.

En unos tiempos donde el fútbol del pelotón de la Liga se ha librado de gran parte de sus sombras, el Levante se distingue por razones obvias: juega al ataque y lo hace con velocidad, a lo que añade el ingenio de sus centrocampistas. Además tiene cohesión, es solidario. Al frente de la orquesta, Campaña. Con un aire imperial, el centrocampista jugó otra vez como un gigante. Es un manual de fútbol.

El Mallorca replicó con frecuencia de la misma forma, con verticalidad. Su entrenador, Vicente Moreno, dispone de Kubo, un chaval desequilibrante, eléctrico, al estilo del valencianista Kang In Lee. El resto corrió a cargo de Joan Sastre, un incordio constante en el balcón del área.

El partido llegó el descanso con noticias de todos los futbolistas ofensivos, pero pocas de Róger, atado de pies y manos por la defensa.

El delantero formado en los campos de tierra del cauce del Túria irrumpió en el momento justo, cuando el partido debía decantarse de un lado u otro. Cazó con la cabeza, en plancha, un remate certero a un servicio preciso de Miramón. Su cuarto gol de la temporada, el primero que no llega de penalti.

No tardó en empatar el Mallorca, en una jugada embarullada. Pese al tanto, el Levante UD no bajó los brazos y, con aire administrativo, solventó la noche con un misil de Rochina desde 35 metros, limpio, precioso. Sólo sufrió el conjunto granota en los últimos minutos. Aitor desplegó las alas para palmear a córner un disparo de Kubo. Luego llegó el remate al larguero en un final en el que Levante tiró de épica. Terminó con 10 por la expulsión de Campaña, durante un rato con 9 por las molestias de Rochina. Una victoria completa.