El 20 de octubre el Levante recibía al Espanyol en el Ciutat de València. Un equipo que llevaba solo una victoria de nueve encuentros disputados, con solo cinco puntos en la clasificación y con el cuadro de Paco López habiendo sumado 8 de 12 en casa.

La previa invitaba al optimismo pero 90 minutos después el golpe de realidad fue duro. Es cierto que en los inicios de curso la distancia de puntos es más estrecha y el margen con la zona alta está lógicamente, más al alcance, pero Europa estaba a un paso antes del duelo ante el cuadro perico y tras esa jornada 10 las sensaciones volvieron ser otras completamente opuestas. Esa no fue la única vez que en Orriols se miró hacia arriba y en el momento clave algo falló. Y es que solo unos pequeños detalles han impedido que el conjunto granota esté en la zona media de la tabla y no dos o tres puestos más arriba en la clasificación.

La derrota generó el momento más complicado para una plantilla que después viajó a San Sebastián con el cuchillo entre los dientes. Y ahí se vivió uno de los instantes más dulces del curso. Tres victorias en cuatro partidos, incluido el triunfo contra el Barcelona. Y entonces el equipo se plantó en la jornada 14 con 20 puntos y la séptima plaza, que este año dará acceso a la Europa League, a solo un punto. Precisamente, el Getafe era el rival y el Coliseum Alfonso Pérez el escenario para el asalto. Sin Campaña, el Levante se marchó al descanso con empate en el marcador pero las sensaciones eran de escaso peligro. Y en el segundo tiempo se consumó un 4-0 que dejó tocado al equipo, que una semana después perdería el Derbi después de ir 2-0 a favor. Dos golpes seguidos alejaron a los de Paco López de la zona media alta, pero esa montaña rusa volvió a tener una tendencia ascendente con los triunfos ante Granada y Celta de Vigo y una derrota, con una buena imagen, contra el Atlético de Madrid.

Tras la visita al Wanda, a pesar de la derrota, el equipo estaba a solo cuatro puntos de la séptima plaza, todavía entonces en poder del Getafe, y con dos partidos a priori más cómodos: Alavés en casa y Osasuna en El Sadar. La plantilla se había conjurado y el vestuario quería soñar con poder hacer algo grande.

A pesar de eso, llegó el duelo contra el Alavés y el Ciutat volvió a ver a su equipo perder en el peor momento posible. Un 0-1 que precedió al 2-0 de Pamplona. 0 de 6 puntos y de nuevo, algo más lejos de jugar alrededor del Viejo Continente.

La temporada del Levante sin embargo ha vivido en ese equilibrio en estar siempre lejos del descenso y tampoco demasiado lejos de Europa. Por ello, la oportunidad volvería a pasar por delante. En la jornada 25, el equipo había cumplido en sus dos últimos choques en casa ante Leganés y Real Madrid y la derrota en La Cerámica se asumió como algo que podía pasar. Por ello, Ipurua estaba de nuevo marcado en rojo. Como había pasado antes de jugar contra Alavés y Osasuna, ahora los rivales eran Eibar y Granada. Primero fuera y luego en Orriols. Y al final, solo un punto de seis cuando Europa volvía a estar a solo seis puntos. Y ahí llegó el parón. A la vuelta, y con la jornada 30 disputada, tras el triunfo contra el Espanyol, la mente ya no estaba puesta tanto en Europa -ya a nueve puntos- sino en alcanzar la mitad alta de la tabla. Las buenas sensaciones se ven en una clasificación en la que actualmente marcha undécimo con 12 puntos sobre el Mallorca y a 9 del Celta de Vigo.