El último enfrentamiento del Levante, ante su gente y en la máxima categoría del fútbol español hasta nueva orden, dejó un dulce sabor de boca pese a que el resultado no altera el desenlace final de la temporada. Pese a ello, sirvió para canalizar y anestesiar el dolor de un descenso que debe servir de redención de cara al año que viene. Los goles de Duarte y Roger, independientemente de que tramitaron también la bajada a Segunda División del Alavés (2-1), dieron una lección de honor, dignidad y orgullo. El conjunto de Alessio Lisci, pese a su destino, no se dejó llevar, fue profesional hasta el último segundo y brindó la última alegría en casa. Tres puntos que ni cambian nada ni harán olvidar la dramática noche del Bernabéu, pero que sirven de aliento para lo que viene. El mayor de los desafíos, el de volver a la élite lo más pronto posible. "Volveremos otra vez", cantó el Ciutat en repetidas ocasiones. Un nuevo motivo para ilusionarse.

Sin embargo, el foco no estuvo depositado en lo futbolístico, sino en lo que le rodeó durante los primeros minutos. Más allá de que la pelota no dio múltiples alternativas por las que atender, el Ciutat de València dio su versión, en términos ambientales, más triste de la temporada debido al descenso. Los aficionados acudieron a su templo y velaron al fallecido, reconociendo el esfuerzo y viniéndose arriba cuando el equipo se aproximó a la portería defendida por Pacheco. Pero también mostraron su descontento, tanto con los futbolistas, como con los directivos y con el presidente. Fue día de reivindicaciones, y aunque los primeros compases del encuentro mostraron a un Levante con ganas de demostrar pese a que su esfuerzo quedase en vano, el Alavés, comido por la necesidad, fue quien golpeó primero. Solo un lanzamiento desde la frontal de Morales en el ecuador de la primera parte levantó al público de sus asientos, ante un cuadro vitoriano que sí supo encontrar su camino. Superada la media hora de partido, una falta botada desde campo propio por Laguardia sirvió para ganarle la espalda a Vezo, que le cayese el cuero a Joselu y que, de puntera, superase a un Álex Primo que, ante las bajas de Dani Cárdenas y Aitor Fernández, se estrenó en la élite. De hecho, el meta del Juvenil, minutos después, sacó, estirando la mano fuertemente, un cabezazo prácticamente a bocajarro de un Jason que también recibió música de viento. Un día que será inolvidable para el canterano.

No en vano, el Levante tiró de orgullo en su regreso de vestuarios para endulzar su último partido en la máxima categoría del fútbol español hasta nueva orden. Se estiró, le buscó las cosquillas a su rival y terminó, más por casta que por fútbol, perforando la portería de Pacheco. De manera idéntica que en Mestalla, Morales, desde la esquina, envió un centro medido a la cabeza de Óscar Duarte, para que el costarricense mandase el cuero a la jaula babazorra, pidiendo perdón en su celebración. Un gol que, entre tanto drama, fue alegría en Orriols, al igual que sirvió para animar a la gente a remar por conseguir los tres puntos. Como durante toda la temporada, ya que la afición, independientemente de la situación, nunca tiró la toalla.

Desde entonces, el equipo recuperó sensaciones y mejoró sobre el terreno de juego. Importó poco que el Alavés se jugase la vida. El Levante, como consuelo, quiso regalarle un triunfo a los suyos en su último baile en el Ciutat esta temporada, con la finalidad de mandar un mensaje esperanzador de cara al reto de ascender. Morales, como en el primer asalto, mandó el esférico rozando el palo desde la frontal, aunque en el 70', Lejeune, de falta directa, estrelló el cuero en la cruceta para sobresalto levantinista. No en vano, fue el preludio del tanto de la victoria. Un mal despeje de Ximo Navarro, repelido a duras penas por Pacheco, desembocó en las botas de un Roger que, cuando el escenario le da una ocasión propicia, nunca perdona. Desde fuera del área, el Pistolero la cruzó y tumbó al Alavés. Y para darle más romanticismo, Morales, que rompió a llorar pese a su diana, remató la faena a pase de Campaña. El desenlace más dulce a una temporada para olvidar, pero que sirve para calentar las emociones de cara al apasionante reto del ascenso. La cuenta atrás ya está activada en Orriols.