Brauli Ortega, el "dolçainer" que maravilló a todo el Ciutat de València

El aficionado levantinista, de 72 años, se convierte en un icono al emocionar a la hinchada al interpretar el himno en pleno partido: «Todo el mundo lo cantó y fue muy emocionante»

Brauli Ortega posa con la bufanda y la dolçaina, en el bar en el que almuerza cada día en Bétera. 
francisco calabuig

Brauli Ortega posa con la bufanda y la dolçaina, en el bar en el que almuerza cada día en Bétera. francisco calabuig / Rafa Esteve. valència

Rafa Esteve

Brauli Ortega nunca imaginó que su pasión por la dolçaina iba a tener un impacto de dimensiones tan grandes. Valenciano de la cabeza a los pies, no entendió los motivos por los que sintió que se encontraba en busca y captura. «Todo el mundo me decía por Facebook que me estaban buscando. No hice nada malo como para que estuviera en esa situación», aseguró. Sin embargo, su asistencia al encuentro contra el Granada le catapultó a ser tendencia en el Ciutat de València por un gesto que surgió desde la espontaneidad, pero que provocó que Orriols retumbase de emoción. Nacido hace 72 años en Massarrojos, pero con el corazón en Ruzafa al tratarse del barrio donde desarrolló toda su vida laboral, y disfrutando de la tranquilidad en Bétera tras más de tres décadas de trabajo en su taller de tapicería que presumía de lucir un ‘Macho Levante’ en la puerta, Brauli Ortega encandiló a su afición interpretando el himno del club levantinista con la dolçaina. Un acto que no solo cautivó a los presentes en el Ciutat, sino que encendió a un público que, hipnotizado por la interpretación, estaba eufórico al ver a su equipo tumbar a un rival directo como el Granada. Motivo, además, por el que se animó a tocar el himno granota. «Primero toqué ‘La manta al coll’, pero como a la gente le gustó y pidió otra, decidí tocar el himno. Al final hay una nota aguda que, si la fallas, estropeas toda la canción. Pero salió bastante bien y todo el mundo lo cantó. Fue un momento muy emocionante», dijo Brauli en Levante-EMV, en medio de un almuerzo que, para el tapicero, es sagrado y donde su ‘cremaet’, con poco café, es inamovible.

Pese a que, en frío, reconoció que llegó a tener temor por si su actuación no salía perfecta, confesó que Orriols y, sobre todo, el estado de felicidad provocado tras el gol de Bouldini, le evadió de todo tipo de tensión que alterase su interpretación. El nerviosismo pasó a un segundo plano, para gozo y disfrute de un Ciutat de València que quiere que Brauli toque el himno más veces. No obstante, su intención tardó en llegar. Incluso, más de lo que deseó. El mal inicio de competición y la sensación de que, a pesar de la notable racha que arrastra el equipo de Javi Calleja, los partidos disputados en Orriols eran igualados, impidieron una exhibición musical más temprana. Pese a ello, cuando vio el momento, no dudó en sacar a relucir su dolçaina, al igual que le importó poco el escenario. «Estoy acostumbrado de tocar por la calle. La gente empezó a cantar y no me lo esperaba. Estaba contento, porque el Levante juega muy bien. En el final del himno empezó a aplaudir a rabiar».

Su pasión por la dolçaina empezó a cocerse cuando era pequeño al pegarse, en las procesiones de su pueblo, al dolçainer. Sin embargo, no fue hasta los 30 cuando se animó a tocarla más allá de que, en su primera clase, Joan Blasco, el que fuera su profesor de música, «le desmoralizó» al decirle que no lo hacía bien. Pese a ello, la vida le brindó una segunda oportunidad tanto a él como a Joan ya que su grupo de amigos de la falla ‘Pedro Tercero Grande’ le animó a formar un conjunto que recibió, curiosamente, clases de Joan. No se considera músico aunque sea dueño de la Asociación Cultural ‘Dos Quinzets’ de Ruzafa, pero las clases de solfeo, en la Universidad Popular, le impulsaron a entender la música. Un camino donde, independientemente de los vaivenes, siempre ha tenido a su Levante presente.

«Todavía me acuerdo de la palmera y de las camisetas de los jugadores tendidas al sol en Vallejo», recordó Brauli, que ha vivido en primera persona la travesía del club en el siglo XX y su rebelión en los 2000. Fiel a su escudo, y destacando que su hijo, Albert, formó parte de la cantera granota, ve a los de Javi Calleja «muy bien» para conseguir el ascenso.