A pesar de la importancia del Zaragoza, la Copa del 1937 es esta noche la máxima protagonista.

Se lo merece. Tiene que llevarse todo el protagonismo porque es un hecho histórico y precioso. Se ha dado la justicia necesaria. Ha imperado el sentido común y el respeto a unos valientes que, en un momento muy delicado para nuestro país, defendieron el escudo y la camiseta del Levante. Cuando no se reconocía, decía que solo por la alegría y por la desconexión que ellos podían ofrecer a través de un partido de fútbol, ya merecía el reconocimiento máximo en todo. Ha tardado todo el tiempo que haya tenido que tardar, pero se ha conseguido. Lo que tenemos que hacer ahora es honrarles a ellos a través de ese trofeo, y que esa Copa sea la Copa de la afición. Lo es. Ha sido un movimiento muy bonito, de muchísima gente, donde se han unido partidos políticos, toda la sociedad… No es un trofeo al uso, es algo más que un trofeo.

¿La Copa de la República refleja lo que es el Levante?

(Ríe) Totalmente. Es una Copa que consigues y tardas 86 años en que te la oficialicen. Es una buena definición de lo que somos. Nunca nos han regalado nada, hemos vivido siempre en medio de la dificultad y, a base de mucho trabajo y esfuerzo, se han ido logrando cosas. Este reconocimiento tiene que suponer un antes y un después en muchos aspectos. Tenemos que utilizar lo que simboliza esta Copa para transmitir nuestros valores. Sobre todo en la gente joven.

¿Es vital ascender?

Sí. Por todos es conocido que vamos al límite. Hemos arriesgado todo y más. Es importantísimo ascender a Primera División. Y el no subir, va a marcar un cambio porque, al final, desde la temporada 2009/10, llevas trabajando de una forma, has ido creciendo, tu estructura ha ido creciendo y adaptándose a tu crecimiento… Puedes aguantarlo un año en Segunda porque tienes ayudas y respaldos, pero en un segundo año, no puedes mantenerlo.

¿Subir a Primera o no marcará su futuro en la presidencia?

El no ascender lleva unas consecuencias, y tengo claro que no conseguirlo requiere un cambio y una reestructuración. El ascenso te llevará a Primera y en diciembre hay unas elecciones. Sinceramente, no me planteo nada porque tengo el chip del ascenso activado. De hecho, es mi obsesión. Sueño con el ascenso y tengo pesadillas con el no ascenso. El futuro de Quico Catalán es muy secundario.

Hay múltiples motivos para pelear el ascenso, pero uno de los más simbólicos es el de su padre.

Sí. Se le echa mucho de menos. Como padre, compañero, consejero... Ahora estaría disfrutando muchísimo. El otro día, antes de irse, le decía al oído que se iba a mitad de partido y que quedan aún muchos minutos que jugar. Le dije: entiendo que si te vas es porque nos vas a ayudar a ascender desde el cielo, porque si no, no lo entendería. Y yo creo que es así, creo que se ha ido tranquilo y orgulloso. Ha vivido una época de su club muy bonita. El Levante era su máxima pasión, su máximo entretenimiento. Era el sentimiento que había heredado de su abuelo y que había transmitido a sus nietos.

¿Cómo lo recuerda?

Siempre he dicho que ha sido un padre, pero también un referente para mí. En todo. En mi día a día y en el de mis hermanos porque era muy bueno, muy buena persona. Era alguien muy querido, se hacía mucho de querer porque ayudaba mucho a la gente. Ahora lo que hay que hacer es que cada mañana, cuando nos cuesta levantarnos de la cama, acordarnos de lo que él nos diría. Tenemos que honrarle desde la tierra para que se sienta orgulloso desde arriba.