Fe intacta en este equipo (0-3)
Rafa Esteve
El Levante, cuando menos lo esperas, reaparece para trasladar el mensaje de que nunca hay que dejar de confiar en él. Puede ganar o perder, pero siempre querrá estar en la pomada de los que sueñan con volver a competir contra los mejores. Nunca llegará tarde si su dinámica es negativa o si los resultados son desfavorables, tal y como sucedió en los últimos coletazos del año anterior. Puede que el inicio de 2025 le haya servido al combinado de Julián Calero para reencontrase con su mejor cara: la de un equipo competitivo, con hambre y que nunca dará su brazo a torcer. Le faltó el duelo contra el Tenerife para finalizar la primera vuelta y cumplió con crecer, sumando tres puntos vitales y posicionándose nuevamente como un candidato para estar la próxima temporada en Primera. Casi se estropea su reencuentro con el triunfo, después de que Orellana Cid se desentendiera de un tanto anulado de forma errónea a José Luis Morales y de una falta dentro del área de Rubén Alvés sobre Roger Brugué. Sin embargo, el espíritu de este equipo se basa en no dejar de intentarlo. En insistir y en perseguir sus metas sin descanso. Morales, Pablo Martínez y Andrés García, los dos últimos con dos auténticos golazos, sentenciaron el encuentro en Tenerife para visualizar una segunda vuelta esperanzadora. Donde el sueño de ascender a la élite debe aumentar con el paso de las jornadas. Al Levante, tal y como dijo Calero, le esperan curvas bonitas. Y las quiere vivir con la ilusión de que el fútbol le dará una alegría más pronto que tarde.
Razones no le faltaron al Levante para salir desquiciado del Heliodoro Rodríguez López, a pesar de que el resultado nubló lo acontecido. Todo pasó en la primera mitad, donde los de Julián Calero mostraron una versión diferente a la de los partidos previos al cierre del año anterior. Los tres puntos fueron innegociables. Todo pasaba por ganar para iniciar la segunda vuelta cerca del ascenso directo. No obstante, los levantinistas no contaron con la influencia, trascendental en el devenir del resultado, de Orellana Cid, colegiado de un encuentro que se cargó por completo y sin necesidad. No pasó nada en el césped sobre lo que complicarse la vida. Simplemente actuó de manera tan grave como perjudicial en dos acciones trascendentales: un tanto anulado y un claro penalti del que se desentendió. Antes, el Levante trazó jugadas con sentido, pero sin precisar en los metros finales. Pablo Martínez, encontrándose un centro de Pampín en su camino hacia la portería, remató por encima del larguero, y superado el ecuador del primer tiempo, apareció Andrés Fernández, estirándose como si de un felino se tratase, para negarle un tiro potente de larga distancia a Waldo cuando el Heliodoro Rodríguez López daba por hecho el tanto. Pese a ello, los de Julián Calero mostraron superioridad. Dieron argumentos para sumar tres puntos en Canarias. Pese a ello, tuvieron que remar ante la ausencia de criterio de Orellana Cid, desquiciando a un conjunto levantinista que no dio crédito a lo sucedido.
Rubén Alvés, alcanzada la media hora del primer tiempo, agarró a Brugué en su intento de hacerle frente a Edgar Badía. Al límite de la infracción, pero sin efecto en el desarrollo del enfrentamiento. No en vano, uno de los escándalos producidos en Tenerife surgió minutos después: el ‘7’ domó el esférico, le ganó la partida a Rubén Alvés y, lejos de intentar frenar al atacante por su propio pie, lo placó imposibilitándole avanzar dentro del área rival. Escuchó al VAR, pero fugazmente, denegando una acción de falta muy evidente y, por consiguiente, un penalti como una catedral. Sin embargo, lo más grave ocurrió entre medias cuando se inventó un fuera de juego inexistente, trazado con líneas inconsistentes y que escandalizó a un Levante que no dio crédito. “¿Mío?”, le expresó Morales, con síntomas de incredulidad, a Orellana Cano después de que le anulase un tanto, recibiendo de Andrés García tras una reseñable conducción hacia dentro, en línea con la defensa del Tenerife. Ni el VAR se percató de un gol claro y manifiesto. Una acción que marcó los últimos minutos de una primera parte en la que al Levante le prohibieron avanzar en el marcador, pero que no mermó la autoestima de un equipo que encontró su premio una vez finalizó el descanso.
Dos golazos para enmarcar
Iván Romero, solo desde cincuenta metros, recorrió todo el campo del Tenerife sin oposición para avanzar hasta portería y cedérsela a un José Luis Morales que definió al palo contrario. La diana del ‘11’ hizo justicia no solo con el dominio de los granotas en la primera parte, sino también con cómo las decisiones arbitrales damnificaron su progreso. Su gol, no en vano, provocó una lesión de tobillo que le obligó a ser cambiado para mala fortuna del atacante. El parte de guerra registró las molestias de Morales, pero pudo ser mayor tras una fuerte entrada de Luismi sobre Iván Romero que le llevó a las duchas antes de tiempo y a los diez minutos de la reanudación. Esta vez, Cid hizo justicia, y le dio al Levante vía libre para aumentar su renta en el marcador. Además, con dos auténticas obras de arte, con Pablo Martínez y Andrés García como autores de dos golazos para enmarcar. El del ‘23’, con ayuda de Egdar Badía, quien intentó despejar un centro envenenado desde la esquina que acabó en el fondo de la red. Y el del lateral, confirmando no solo su crecimiento, sino también que solo sabe anotar dianas de bellísima factura. Recibió en su propio campo, avanzó hasta área rival, recortó y, con la izquierda, la clavó en la mismísima escuadra. Palo y gol para delirio levantinista, que sumó tres puntos de oro que le sitúan donde, como mínimo, quiere terminar la temporada: en promoción y a tres unidades del ascenso directo. Como dijo Calero, vienen curvas bonitas. Y Orriols está ansioso de recorrerlas junto a un equipo que no pierde la fe en su ilusión de volver a Primera.
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