Esta ilusión por ascender merece ser vivida

El conjunto de Calero consigue una victoria trascendental contra el Racing de Santander que le sirve para que el sueño de subir a Primera División coja más fuerza que nunca

Morales celebra un gol con sus cmpañeros en el Ciutat

Morales celebra un gol con sus cmpañeros en el Ciutat / Francisco Calabuig

Rafa Esteve

València

Dice el refrán que de ilusiones también se vive, pero, a veces, da miedo ilusionarse. No solo en el fútbol, sino también en la vida. Quien se ilusiona no tiene la garantía de lograr lo que persigue. Siempre tendrá el riesgo de que sus sueños se vean despertados por una realidad diferente y, en la mayoría de ocasiones, cruel. No obstante, la ilusión, por mucho que infunda respeto, es un estilo de vida y un motor para la esperanza. Es un motivo por el que vivir cada día.

Pese a ello, en el Levante, sobre todo desde que su destino cambió de manera radical por un injusto penalti, cuesta dar el paso hacia la creencia de que su suerte, fundamentada en el trabajo, la entrega y el sacrificio, tome una dirección donde la felicidad sea absoluta. Siempre estará el miedo a fallar. A que las cosas no salgan como uno desea. Sin embargo, el Levante se ha quitado de encima el lastre del pesimismo. Ya no lleva a sus espaldas la sensación de que, tarde o temprano, algo malo le va a suceder. Ha cogido la bandera de la ilusión y no la piensa soltar hasta que finalice la temporada.

Su victoria contra el Racing de Santander, a la espera del Elche, le devuelve a la primera plaza de la clasificación y le sirve para poner la directa hacia la élite del fútbol español. Es la recompensa a su mentalidad ganadora y a su intención de espantar los males que, desde la fatídica final ante el Alavés, han pesado en el lomo de un club que, pese a que los dolorosos reveses no han alterado su grandeza, empieza a resurgir de sus cenizas. Si de ilusión también se vive, que se lo digan al Levante, que sueña, más que nunca, con su vuelta al lugar donde se merece.

El ambientazo en Orriols para apoyar a su Levante

El ambientazo en Orriols para apoyar a su Levante / Francisco Calabuig

El cartel de ambos equipos garantizó espectáculo. Y en el bando granota, la sensación de que una victoria le ayudaría a abrir brecha con las posiciones de promoción. El Ciutat de València, con más de 20.000 levantinistas en sus gradas, se encargó de proporcionar un ambiente de gala para el que se postuló como un día grande. El ascenso no espera y hay que pelearlo con uñas y dientes desde cualquier rincón del levantinismo. Por ello, los de Julián Calero afrontaron el partido con un nivel de intensidad muy elevado. Digno no solo de las grandes citas, sino también de la ilusión que se respira en Orriols por volver a Primera División.

Pampín, combinando con José Luis Morales, avisó de las intenciones locales voleando un esférico que se marchó por encima de las nubes. Fue la carta de presentación de un equipo que no quiso negociar esfuerzos ni asumir tanteos con el Racing de Santander, hasta el punto de que, prácticamente a las primeras de cambio, se puso por delante en el luminoso. Morales, recibiendo un pase de Pablo Martínez que le dejó solo ante Jokin Ezkieta, se deshizo del portero racinguista y colocó el primero de una tarde inolvidable, a pesar de que Maguette, en la jugada posterior, quisiera aguar la fiesta con un remate de cabeza que, por fortuna, se marchó por arriba.

No obstante, el Levante actuó como un vendaval. Tiró de verticalidad, combinó con valentía y jugó con personalidad, minimizando las virtudes del conjunto de José Alberto López y pisando el área contraria con frecuencia. Un disparo de Oriol Rey desde la frontal, palmeado por el ‘13’ visistante, fue la más peligrosa de un equipo de Julián Calero que, a partir del ecuador del primer tiempo, bajó sus revoluciones, pero que aguantó el tipo cuando, en los minutos previos al descanso, el Racing de Santander apretó las tuercas de su fútbol con tal de igualar fuerzas en el luminoso. Un paso de Maguette, en un saque de esquina, alertó a los granotas antes de que la ventaja en el marcador peligrase después de un error en salida de balón de Elgezabal. Iñigo Vicente condujo, Andrés Martín se perfiló y el ‘11’ disparó, pero Andrés Fernández, cuya actuación fue sobresaliente, le negó el tanto con una majestuosa parada.

Morales celebra el segundo gol contra el Racing

Morales celebra el segundo gol contra el Racing / Francisco Calabuig

Orriols vivió una primera parte como pocas ha vivido esta temporada. Disfrutó y animó desde la ilusión y la felicidad que provoca un Levante llamado a hacer historia. La vuelta de vestuarios auguró una segunda mitad intensa, con un Racing de Santander que no daría su brazo a torcer, pero los de Julián Calero, en un abrir y cerrar de ojos desde que el colegiado reanudó el choque, doblaron su renta para vivir un segundo tiempo más plácido por mediación de Morales.

Desde entonces, el Ciutat de València se convirtió en una fiesta con 20.000 almas animando sin descanso y con un Racing de Santander que, por momentos, vivió sometido a lo que le impuso su adversario. El Levante se gustó, jugó con soltura y disfrutó desde el convencimiento de que tardes como la que estaba viviendo le llevarían a la máxima categoría del fútbol español. Sin embargo, si no sufres, no eres del Levante. Va en el ADN de cualquiera que tenga sentimientos hacia un club tan auténtico y con tanto amor propio. Un gol de Javi Castro, en el tiempo de descuento y con el Ciutat de València rendido a los pies de los de Julián Calero, desestabilizó la alegría y catapultó el nerviosismo, pero la réplica granota fue brillante. Lozano avanzó, detectó el desmarque de Forés y el delantero, deshaciéndose de su oponente, cruzó el esférico para desatar el delirio más absoluto posible en las gradas. Para estallar de euforia a un levantinismo que, de una vez por todas, vuelve a soñar con subir a Primera. Porque de ilusiones también se vive. Y si se trata del Levante, merecen la pena ser vividas. 

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