El Villarreal pisa el acelerador

El nerviosismo que se palpa en cada una de las esquinas de la Segunda División es gigante. Faltan solo cinco enfrentamientos para que finalice la competición, pero parece un mundo por la cantidad de equipos que se están jugando las castañas y por la sensación de que cada acción, cada detalle y cada punto serán determinantes. Nadie sabe si el destino está escrito, pero la realidad dicta que por la parte alta de la clasificación se están apretando las tuercas. Sobre todo, después de los triunfos del Real Oviedo y del Mirandés, que sirvieron para situarse a solo un punto de distancia con el Levante, segundo clasificado.

Con la tensión por las nubes, entre el quinto y el primero, tras el punto del Elche sumado en El Plantío, hay cuatro unidades y el conjunto dirigido por Julián Calero afronta su enfrentamiento ante el Tenerife sabiendo que todo lo que no sea sumar de tres supondrá un paso atrás en su sueño de ascender a Primera División. Es el precio a pagar después de «no tener su día», tal y como aseguró el entrenador granota en la rueda de prensa previa al choque, en el Carlos Tartiere, pero el Ciutat de València no quiere mirar atrás ni alimentar la desesperanza. Sabe que la ilusión de volver a la élite está en su mano y que la primera final de todas se juega en casa, en el lugar donde el Levante se siente feliz, seguro y convencido de que todo le va a salir bien.

A pesar de la intensidad que imprimen los perseguidores, el Levante parte desde la segunda posición y eso es un privilegio. Un escenario que firmaría cualquiera de los aspirantes. Sin relajaciones ni confianzas, pero consciente de que o se deja la piel sobre el césped, o su sueño de competir frente a los mejores del panorama nacional sufrirá complicaciones. La Segunda División es una auténtica montaña rusa de emociones. Un día te sientes imparable, y crees que el sueño se va a convertir en realidad, y otro vives pensando que la vulnerabilidad te invade por completo. En esas está en levantinismo, que ve cómo la categoría eleva su dificultad y se suman más candidatos a la causa del ascenso. El de ayer fue un día desquiciante, frustrante. Pero Orriols amaneció viendo el vaso medio lleno y aferrándose a las palabras de su entrenador, quien, después de ganarle en casa al Zaragoza, insistió en tener una mentalidad ganadora, en ver al que esté a la cabeza del maratón de Segunda División y no mirar a las espaldas.

El Ciutat de València, auténtico fortín este curso mediante un ambiente de Primera, lo dará todo desde la grada. Y más, a la espera de saber quién estará disponible para el partido contra el Tenerife. Calero aseguró en su comparecencia previa que, con Cabello indispuesto debido a un esguince de tobillo, tiene las dudas de Unai Elgezabal, Carlos Álvarez, Oriol Rey, Iván Romero, Dela y Giorgi Kochorashvili. Sin convocatoria en mano, la alineación desvelará quién está y quién no, pero todo apunta a que será un día en que los menos habituales tengan que dar un paso al frente. Todos suman, y mucho, desde el banquillo, por lo que si lo hacen desde la partida no deben bajar ni un centímetro de insistencia ni de implicación.

Aunque el Tenerife, en términos clasificatorios, dé la sensación de que será un rival fácil, los números dicen todo lo contrario. Sus tres victorias y dos empates en los últimos cinco partidos lo colocan como una amenaza. No obstante, llegarán al Ciutat con el agua al cuello: si pierden, y el Zaragoza gana, certificarán su descenso a 1ºRFEF. Pese a ello, el Levante no quiere ser condescendiente. Quiere dar un golpe sobre la mesa y mirar hacia arriba.