Orriols no tira la toalla (1-1)

El Levante UD rescata un punto ante el Tenerife en el descuento, pero la derrota del Racing Club en Cartagena le permite seguir en ascenso directo

El gol fue una muestra de que el Levante tiene espíritu incluso en los peores días

Pablo Martínez despeja la pelota ante Marlos durante el partido de ayer en el Ciutat de València.  | EDUARDO RIPOLL

Pablo Martínez despeja la pelota ante Marlos durante el partido de ayer en el Ciutat de València. | EDUARDO RIPOLL

Rafa Esteve

Al catálogo de situaciones desastrosas y dramáticas desde que descendió a Segunda División, el Levante, desgraciadamente, añadió un capítulo más al recopilatorio que le ha lastrado durante su transcurso por la categoría de plata: Tenerife. No tuvo suficiente con los tropiezos contra el Mirandés, el Ibiza o el Amorebieta, clavados en lo más profundo del alma de todos los levantinistas. Su empate contra el Tenerife, a pesar de que el punto fue rescatado prácticamente sobre la bocina, es un paso atrás en su ilusión por ascender a la máxima categoría del fútbol español. La unidad sumada duele, además de por haberse conseguido en un Ciutat de València donde los adversarios no deben llevarse ni el aire que respiran, por la falta de soluciones y la carencia de ideas para combatir los partidos. Pasó frente al Oviedo y, una semana después, sucedió contra un Tenerife en zona de descenso y con mínimas posibilidades de permanecer en Segunda. Orriols echa de menos a su equipo vertical, ofensivo y ambicioso, cuya mentalidad de campeón es capaz de batir cualquier adversidad, no solo por ser la identidad que tanto enorgullece y representa a la parroquia levantinista, sino porque ahora es cuando más la tiene que poner en práctica. Lo deportivo preocupa, pero, aunque sepa a poco, el empate es una señal de que el equipo nunca tirará la toalla. Jamás dará un partido por perdido, por mucho que el derrotismo sobrevuele sus alrededores. Y esa tiene que ser la base sobre la que dar forma a un sueño que sigue latiendo. Quedan cuatro finales para que los de Julián Calero se dejen la vida en alcanzar su mayor ilusión.

Hacía muchísimo tiempo que Orriols no presenciaba a un Levante tan indecente y bochornoso, sobre todo, durante la primera parte. De hecho, fue una versión tan inesperada como inédita esta temporada, pero apareció en el momento más inoportuno. Parece que cuando todo se pone de cara, y da la sensación de que la tendencia en Orriols está cambiando hacia una orientación más alegre e ilusionante, el temor y los fantasmas del pasado reaparecen. Como si se quisiera navegar constantemente en la penumbra y en el derrotismo provocado por un injusto penalti. Sin ideas, sin colmillo y sin precisión, el Levante, a pesar de estar arropado por una afición que no falló a su cita en el coliseo de Orriols, no intimidó la portería de Badía en la primera mitad. Si existió la esperanza de ver al Levante de Julián Calero, vertical, ofensivo, ambicioso, competitivo y ganador, la pobre imagen mostrada en el Carlos Tartiere se extendió peligrosamente. El destino dictarás cuáles son las consecuencias, si las hay, de este desastre, pero la puntilla estuvo en quién clavó la estaca. Alejandro Cantero, eterna promesa de la factoría de Buñol que, más allá de un par de fogonazos, no fue ni la mitad de lo que vaticinó, se vistió de delantero centro para comerle la espalda a Elgezabal, cazar un centro desde la derecha de Waldo y clavarla en la escuadra. Pidió perdón a los presentes, incluso con síntomas de tristeza, por su pasado y años de formación granota, pero su gol se entrometió en el camino del Levante hacia su sueño de volver a Primera División.

Una maraña de piernas

Independientemente de la circunstancia, la mentalidad del club siempre será la de competir ante los mejores del panorama nacional. Sin embargo, no lo pareció tras una primera parte indigna contra el Tenerife. Julián Calero intentó activar a sus futbolistas dando entrada a Sergio Lozano en el descanso. El Levante despertó, pero fue insuficiente a la hora de deshacer la maraña de piernas de un Tenerife que, con el tesoro de los tres puntos en su mano, se limitó a que por su área pasara lo mínimo posible. La entrada de Álex Forés y Carlos Espí antes del minuto 60 fue una señal de que o el Levante quemaba todas sus naves o estaba perdido. Sin embargo, que cinco minutos más tarde, ni Giorgi Kochorashvili ni Roger Brugué rematasen un centro de Carlos Álvarez que les dejaba la portería prácticamente vacía, y que el envío terminase por línea de fondo después de que Forés impactase el esférico sin acierto, fue la acción que determinó que nada favorable iba a pasar sobre el césped del Ciutat. Para más inri, fue primero el Tenerife en disparar a puerta en todo el encuentro, algo que, hasta el 70’, el Levante fue incapaz de hacer. Andrés Fernández, con una gran parada a disparo de Marlos, impidió que la herida terminase de desangrar. No obstante, el drama, irritado por un arbitraje desquiciante, bochornoso y lamentable de González Díaz, que tuvo la poca vergüenza de añadir seis minutos de prolongación, estuvo a punto de consumarse, pero el alma de Roger Brugué, que cazó un centro al corazón del área de Carlos Álvarez para salvar un punto en el descuento. Muestra de que al Levante tiene espíritu incluso en sus peores días. La buena noticia que amortiguó el empate fue la también inesperada derrota del Racing de Santander ante el colista Cartagena (1-0). n

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