“Mamá, ¿cuándo volvemos a casa? Quiero mi bici”

Javi tiene 6 años y está en el Quint de Mislata mientras su padre ayuda a colocar camas para las personas que lo han perdido todo en los pueblos más afectados por la DANA en l’Horta Sud y también para quien viene a ayudar de otras partes de España.

Dice que cuando empezó a llover mucho “suspendieron el cole porque había muchos niños que no podían llegar por la lluvia” y quiere volver al cole para ver a sus amigos. También “que deje de llover para estar con mi prima y con mi abuela, que ya no tienen casa porque la lluvia se la comió”.

Los pequeños de las familias de Catarroja en su mayoría pero también de Alfafar y otros municipios afectados que llegaron acogidos al Pabellón el Quint de Mislata, coordinados por Cruz Roja, juegan con algunos juguetes que les han dejado los voluntarios en las decenas de kilos de solidaridad que han llegado a este pabellón del municipio. Daniel y Martina, de 11 y 9 años, son de Mislata y a primera hora se han acercado con su madre a dejar libros y juguetes para los niños. “Queremos que se diviertan también”, apuntan a este diario. “Si los niños y niñas de las lluvias ya no tienen juguetes, pues les podemos dar algunos nuestros”, reflexionan.

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Un juego de piezas, un peluche o un pequeño tractor que transporta un niño de tres años con otro montado encima. Las pelotas son también un imprescindible, porque a mitad mañana los voluntarios de Cruz Roja sacan a los pequeños al parque.

Lo han perdido todo

“Mamá, ¿cuándo volvemos a casa? Quiero mi bici”, señala el pequeño Pedro, nombre ficticio, a su madre. Vivían en Catarroja desde hacía meses y estaban en un programa de protección de víctimas de violencia de género. La mayoría de personas que han dormido estos días en el Quint han perdido lo poco que tenían y son, en su mayoría, personas migrantes de Marruecos, Honduras o Colombia.

Sofía tiene tres hijos de 12 meses, tres años y quince años. El pequeño Isaac se le coge al cuello y le demanda atención, mientras Ahmed arrastra a otro pequeño en un camión de juguete. “¡Más rápido!, le dice ella”. Algunos de estos niños, que no tendrán más de cinco años, saltan en los colchones acondicionados en el suelo y gritan canciones, ajenos al drama que están viviendo. Su marido ha vuelto a la planta baja donde vivían para ayudar en labores de limpieza.

Como Hassnae, una mujer marroquí embarazada de casi cuatro meses. “Me tuvo que sacar el vecino de arriba cogiéndome del brazo porque el agua me llegaba al cuello”, recuerda entre lágrimas. Ella se subió a una silla, evitando así quedar sumergida por completo. Su casa son ahora escombros y su marido intenta recuperar lo poco que tenían.

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Los niños son niños. Juegan por el pabellón mientras sus madres organizan la ropa, el material de aseo y todo lo que se recopila tan solo unos metros más allá. Decenas de voluntarios y voluntarias clasifican por un lado ropa (en subapartados de adulto, niño o bebé) y por otro comida y bebidas.

Camiones salen cada media hora y a mitad mañana ya se han trasladado una decena a las zonas más afectadas en l’Horta Sud. Además, se habilitó un autobús para trasladar a voluntarios que con escobas y palas ayudaron a las miles de personas a limpiar el barro de sus casas y achicar las estancias.