Entre el inicio de las obras del Embalse de Benagéber, en 1933, y su inauguración, en 1955, España cambió: de la II República se pasó a la Dictadura Franquista, y de su nombre primigenio, el‘Embalse de Blasco Ibáñez’, cambio a ‘delGeneralísimo’. Guerra Civil mediante, las obras quedaron paralizadas y al reanudarse, ya no solo las ejecutaron obreros profesionales. La presa fue convertida en un campo de prisioneros donde 450 presos fueron sometidos a trabajos forzados para llevar a cabo la infraestructura hidráulica. Entre ellos se encontraba uno de los responsables de la obra, Justo Martínez Amutio, cuyo talento y conocimiento del proyecto fue reaprovechado para concluir las obras. Él, con el resto, vivían justo al lado de la presa, entre los barracones de lo que hoy se conoce como 'Las Colonias' y, los más peligrosos, bajo los dos cuarteles de la GuardiaCivil, en dos calabozos que, tras años de abandono, serán restaurados para honrar la memoria de los obreros del pantano.  

La Diputación deValència, a través de Memoria Histórica, financiará parte de restauración con una subvención de 13.500 euros. El objetivo es que puedan ser visitables porque como explica el alcalde de Benagéber, RafaelDarijo, «queremos que todo el mundo sepa cómo vivió esta gente, en qué condiciones infrahumanas», señala. En los habitáculos había letrinas y literas fijas, falcadas con argollas, que aún se mantienen. 

Actualmente, lo que fue un cuartel de la Guerra Civil es hoy una vivienda particular, ya que el ayuntamiento, en los años 80, reconvirtió todos los edificios en torno al pantano en residencias para compra o alquiler. También 'Las Colonias', que ahora son pequeños pisos junto al pantano. La reconversión de todos estos edificios también llegó a los calabozos, ya que fue usado como un bar, tal como explica el arqueólogo Juanjo Ruiz, responsable del proyecto. De hecho, la primera obra es sacar las paredes originales, de piedra y mortero de cal.

En la primera imagen, entrada por el exterior de la vivienda. El interior de los calabozos, con las paredes desconchadas, y una de las letrinas. L-EMV

Además, el acceso interior fue tapiado cuando el cuartel se reconvirtió en vivienda, por lo que se creó el acceso exterior, junto a la fachada principal, por donde se entraba a la taberna. Esa entrada es la que se usará para todos los que quieran visitar estos calabozos.

Ruiz aclara que en estas celdas estuvieron recluidos los presos más peligrosos o los que las autoridades consideraban que había más riesgo de fuga. "Con casi total seguridad los maquis que capturaban serían traídos aquí, el sistema de vigilancia en el pantano era total como queda patente en las garitas que salpican la montaña, para que nadie pudiera escapar", explica el arqueólogo.

Muertos incalculables

La cifra de presos se fijó en 450 pero los datos fueron oscilando a lo largo de los 15 años que duró la construcción tras la contienda civil. Darijo explica que en libro de enterramientos del Cementerio Municipal, durante ese periodo de tiempo se sucedían las muertes «por dolores de estómago y de cabeza», pero se sabe por testimonios orales que algunos, los que eran especialmente incómodos para el Régimen, eran arrojados al hormigón. «Entre 1942 y 1954 hay infinidad de muertes de hombres por enfermedades, lo que hace sospechar que no morían, sino que los asesinaban», explica Darijo.

Primer municipio en exhumar

Cabe recordar que Benagéber fue el primer municipio de la Comunitat Valenciana que exhumó una fosa común, al permanecer viva la memoria de los ocho fusilados en 1947, seis de ellos maquis. La fosa se abrió en 2008, cuando se implementó la Ley de Memoria Histórica de José Luis Rodríguez Zapatero, en un acto que atrajo todas las miradas por la emotividad de las personas que aún residían en Benagéber y que conocían o eran familiares de estos presos forzados a construir una presa que, además, les obligó a abandonar sus casas originales