La dana cambia el cauce del río Turia en el interior y ralentiza la reconstrucción

Gestalgar, Bugarra y Pedralba conviven ahora con su mayor recurso turístico arrasado y esperan a que la CHJ analice las consecuencias de la riada sobre la nueva rambla que ha cambiado el paisaje

Destrozos de la dana provocados en Gestalgar

Germán Caballero

Amparo Soria

Amparo Soria

Por detrás de las pérdidas humanas, los inmuebles y pertenencias, las empresas y las infraestructuras, la dana se cobró también el patrimonio paisajístico valenciano. En el entorno rural es donde esta pérdida es más evidente, y el Parque Natural del Turia ha sido su mayor víctima. El cauce del río ha cambiado en todos sus tramos, pero es en el bajo Turia, en la comarca de los Serranos, donde las huertas y playas fluviales han dado paso a una destrucción que nadie recuerda haber visto, solo comparable a la de 1957 y 1967, pero entonces este entorno natural era más salvaje y menos acondicionado para la convivencia y el disfrute de la ciudadanía. En estos momentos, el mayor atractivo turístico del interior valenciano, con inversiones millonarias realizadas en los últimos 40 años, ha desaparecido tal como se conocía, y se abre ahora un nuevo periodo no ya de reconstrucción, sino de reinvención. Qué hacer con este nuevo paisaje que la naturaleza ha dejado.

En Gestalgar, Bugarra y Pedralba esperan las pautas de la Confederación Hidrográfica del Júcar, organismo que regula la cuenca del Turia. La reconstrucción de este espacio natural y toda la infraestructura de alrededor -caminos, sendas, rutas, señalética y servicios de hostelería y hospedaje- está condicionada a las conclusiones que la institución haga tras la evaluación y análisis de la zona. Los tres ayuntamientos no pueden comenzar obras de reconstrucción hasta que no se determine si se dejará el cauce donde el temporal lo ha llevado o si la CHJ lo hará volver al que había antes del 29 de octubre. En función de eso, se activará todo lo demás. 

La confederación ha confirmado a este diario que en estos momentos se está estudiando el impacto de la riada en estos tres municipios y en los de aguas abajo. Según informan, el presidente, Miguel Polo, visitará en unos días estas localidades para volver a recorrer las zonas más afectadas y poder atender las demandas de los ayuntamientos. Según ha podido saber este diario, la reunión podría producirse mañana mismo, entre el presidente de la CHJ, técnicos y los tres alcaldes. 

Zona de huertas y esparcimiento en Gestalgar, ahora sepultada bajo las piedras rodadas de los arrastres, junto a un cartel de inversiones de la Unión Europea.

Zona de huertas y esparcimiento en Gestalgar, ahora sepultada bajo las piedras rodadas de los arrastres, junto a un cartel de inversiones de la Unión Europea. / Germán Caballero

El organismo explica también que todas las actuaciones que se vayan a desarrollar en esta zona formen parte de unas obras de emergencia que se podrían anunciar «en los próximos días».

Esa es la piedra angular del futuro de este área. Huelga decir que estos tres municipios carecen de fondos propios para abordar cualquiera de las obras necesarias. Como ejemplo, Gestalgar aprobó hace escasas semanas su presupuesto anual para 2025 por valor de 800.000 euros, y en los informes remitidos a diputación con la primera evaluación de daños en infraestructuras turísticas como el parking de caravanas o las áreas recreativas, el coste de las obras asciende a 400.000 euros. La mitad del presupuesto de todo un año.

«La lámina de agua es ahora mucho más ancha, menos profunda, y hasta que el río no vuelva a encauzarse él solo o con la intervención de la CHJ, no sabemos cuáles son los márgenes», explica Raúl Pardos, alcalde de Gestalgar. En esos márgenes había huerta, y se ha producido un fenómeno que no es nuevo. Según explica, el cauce ha cambiado de tal forma que ha sepultado un elevado número de parcelas agrícolas del margen izquierdo, pero ha destapado otras en el derecho que se taparon en la riada de 1957. Las áreas recreativas de Peña María y el Motor también están inundadas, así como sus accesos, por lo que es necesario «redibujar toda la zona turística», y Pardos aboga por identificar esos nuevos paisajes y sacar nuevos aprovechamientos. 

En Bugarra, su alcaldesa, Teresa Cervera, se pregunta qué playa va a reconstruir «si no existe ya ninguna playa». La única obra que se ha podido realizar en el río es la apertura de un camino sobre el badén inundable que permita cruzar al otro margen, donde hay campos de cítricos. El puente junto a la central eléctrica se ha desplazado y permanece cerrado, con maquinaria de la Generalitat ya trabajando en sedimentar sus bases para poder reconstruirlo. «Lo bueno es que se van a aprovechar los arrastres del río para crear los márgenes desaparecidos», dice Cervera.

El fondo, otra preocupación

El alcalde de Pedralba, Andoni León, advierte de otro matiz. No es solo que el cauce haya cambiado su curso, sino que todo tipo de restos descansan ahora allí. Farolas, hierros, contenedores, árboles arrancados. Lo peor de todo es, además, que la vegetación sigue su propio ritmo y ha comenzado a crecer por encima de todos esos desechos. 

Entre esos nuevos brotes destaca la caña común, especie invasora que todas las administraciones han tratado de erradicar en los últimos años con inversiones millonarias que bloquearan su rizoma en la tierra. Para ello se instalaban lonas con grandes grapas ancladas al suelo que hoy cuelgan de árboles y se arremolinan entre los arrastres.

En Bugarra, camino abierto sobre los sedimentos depositados durante la riada. Arrastres y lonas negras instaladas contra la caña.

En Bugarra, camino abierto sobre los sedimentos depositados durante la riada. Arrastres y lonas negras instaladas contra la caña. / Germán Caballero

Andoni León añade que «no hay fondos destinados para la limpieza, ni del cauce ni de sus márgenes, que dependen de conselleria, y es desesperante, porque sin limpieza, desde luego, no se puede hablar de reconstrucción». La única intervención que se ha podido hacer en Pedralba hasta ahora es la apertura de caminos que realizó la Unidad Militar de Emergencias (UME) para que los residentes puedan acceder a sus parcelas agrícolas y a algunos caminos naturales junto al río, ahora cercados por cañas y restos de vegetación. Incluso apareció un motor turbo que pertenece a un vecino que vive a 4 kilómetros de allí. «El parque natural es ahora mismo un amasijo de caña, hierros y porquería», lamenta León.

Pardos lamenta todo el trabajo e inversión realizado en los últimos 40 años que ha desaparecido en una sola noche. «Lo que era, no va a volver a ser», sentencia el alcalde, quien sí confía en recuperar algunos espacios en el río para la primavera y el verano, cuando da por sentado que volverá a haber gente, aunque sean solo los locales o visitantes del área metropolitana de València. Incluso plantea, como alternativa, construir una piscina, un recurso que no había sido necesario hasta ahora porque el río funcionaba como una balsa natural

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