Dos agentes de la Policía Local de Pego acudieron el pasado domingo a un servicio tan desconcertante como peligroso. Una llamada del 112 les alertó de que podía haber una persona herida en el Marjal de Pego. Cuando llegaron, encontraron, efectivamente, a un hombre que tenía las manos ensangrentadas, rodeado de dos perros peligrosos, de la raza american stanford. Otro perro más pequeño, un schnauzer, estaba «medio muerto», según relataron ayer fuentes policiales. A los agentes, ya les extraño que dos mujeres estuvieran encerradas en un vehículo llorando y gritando. El hombre, S. A. P., de 40 años y vecino de Oliva, decía cosas sin sentido. De repente, empezó a hacer aspavientos y a pegar golpes en el coche policial. Cada vez estaba más nervioso y violento. Los policías, al ser interinos, llevaban una pistola eléctrica taser. Le apuntaron, según las mismas fuentes antes citadas, y el hombre hizo ademán de arrodillarse y entregarse. Pero echó a correr y azuzó a los perros para que atacaran a los agentes, que, sin un arma de fuego, se sintieron indefensos ante los violentos canes.

Los policías se refugiaron dentro de su vehículo. El dueño de los perros subió al suyo y, antes de iniciar la huida, dio marcha atrás y embistió al coche policial. Huyó a escape por los caminos de la marjal. El conductor puso en peligro a varios viandantes. Un matrimonio tuvo que tirarse a la cuneta para esquivar el coche. Además, volvió a arremeter marcha atrás contra el vehículo de la patrulla. Los agentes, que están de baja por las lesiones cervicales que les han provocado los choques, prefirieron seguir al hombre a distancia. Sabían que era peor pisarle los talones y que la persecución por el marjal fuera a toda velocidad. Al final, le perdieron la pista.

Al día siguiente, según fuentes de la Policía Local, el agresor, que al parecer sufre problemas mentales, se entregó en el cuartel de la Guardia Civil de Oliva. Su versión seguía siendo contradictoria. El incidente comenzó cuando sus perros atacaron al schanauzer, que quedó tan gravemente herido que los veterinarios se plantean sacrificarlo.