El sirimiri casi fue una bendición. La esperada tormenta no llegó y la Junta Local Fallera de Dénia pudo mantener el horario de siempre de la ofrenda de flores. Había preparado un plan B. Si por la mañana arreciaba la lluvia, la ofrenda se hubiera celebrado por la tarde o incluso el próximo fin de semana. Pero el cielo dio un respiro. Los falleros cruzaron los dedos y desfilaron a paso rápido. La ofrenda, de hecho, acabó, para lo que se estila en Dénia, en un periquete. Si las once comisiones falleras y la junta local empiezan a demorarse, este acto se hace eterno. Ayer, en cambio, tuvo más brío.

El público, que se protegía con paraguas del sirimiri, agradeció el nervio de la ofrenda. Sin embargo, fue evidente que el mal tiempo restó afluencia. Las calles no bullían como en otros años.

Las falleras no se arrederaon por el frío y la llovizna. Sólo algunas niñas iban más abrigadas. El resto lució sus trajes sin miedo a la tiritona. Ya en la iglesia de Sant Antoni, tras depositar los falleros las flores en la imagen de la Mare de Déu dels Desemparats, las falleras mayores, Carla Petrie y la niña Candela Pastor, vivieron con emoción un acto que tiene ese regusto un poco triste de la despedida. Las máximas representates de las fiestas contenían unas lágrimas que sí derramaron por la noche, cuando la cremà puso fin a sus Fallas más inolvidables. La amenaza de lluvia también aceleró la cremà. Las comisiones, que por la tarde eligieron a sus nuevos presidente, fueron puntuales al prender fuego a sus momumentos.