Un incendio siempre llega en mala hora. Y más si es tan devastador como el que en mayo arrasó 1.715 hectáreas de Pego, la Vall d´Ebo, l´Atzúbia y la Vall de Gallinera. Este desastre ecológico se produjo, además, en el peor momento posible. Faltaba nada para las elecciones. Ya han pasado tres meses y los ayuntamientos, que hicieron piña desde el primer día, empiezan a desesperarse. El alcalde de Pego, Enrique Moll, indicó ayer que sólo la subdelegación del Gobierno ha contestado a la petición de informes que dos días después del fuego trasladaron al Consell, el Estado, la Unión Europea y la Diputación de Alicante. Está visto que nadie responde por las montañas de Pego. Los consistorios temen que lleguen las lluvias torrenciales del otoño y las laderas carbonizadas sufran erosión y riesgo de desertificación.

El pleno de Pego aprobó ayer por unanimidad una propuesta de actuaciones urgentes presentada por Compromís y Volem Pego. «Queríamos plasmar que hay faenas que se tienen que hacer con carácter de emergencia. Es evidente que la montaña no se debe ahora reforestar, pero sí urge consolidar el suelo», subrayó el portavoz de Compromís, Àngel Oltra.

La propuesta plantea que Pego, donde ardieron 975 hectáreas, lidere «la gestión postincendio». También implica al Centre Excursionista y la Societat de Caçadors. Aboga por recuperar la explotación agrícola de los abancalamientos. Y plantea invertir en mejorar caminos y crear balsas de extinción. También deja claro que las conselleries y el ministerio ya están tardando en impulsar un plan de regeneración. Tres meses después, el panorama es desolador. No llegan inversiones para reccuperar las montañas.