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Un anciano de Xàbia se atrinchera en su piso de una finca fantasma

Exige al banco que le abone los 1.700 € que él ha pagado de la acometida de luz de todo el edificio - El juez le autorizó a tomar posesión de la casa y se convirtió en el único vecino de un edificio en precario

A Manuel Mir no hay quien lo doblegue. En 2007, con 72 años, se pasó los cuatro meses de verano apostado con una pancarta ante una inmobiliaria que se negaba a entregarle la vivienda que cuatro años antes había comprado (más de 40 familias de Xàbia cayeron también en esta supuesta estafa que investiga el juzgado). Ahora, con 80 años, Manuel sigue empeñado en «hacer valer mis derechos y defender mi dignidad».

Ayer inició un encierro en el piso por el que tanto ha luchado. Decidió no abrir la puerta de la finca a nadie. Se mantuvo en sus trece cuando llegaron dos operarios enviados por la inmobiliaria de la entidad bancaria a la que ahora pertenece el edificio y todos los pisos excepto el de Manuel. Los trabajadores debían cambiar el bombín de la puerta de la calle. Manuel, desde el balcón, les dijo que se marcharan. Y lo mismo hizo cuando llegó el empleado de una empresa de seguridad que debía instalar una alarma en la finca.

«No me voy a mover de aquí ni voy a dejar entrar a nadie«, afirmó este anciano que vive en un edificio fantasma de la calle Favara de Xàbia. Es el único vecino. El juez le autorizó a tomar posesión del piso en 2009, aunque luego todavía tuvo que salvar dos intentos de sacárselo a subasta. Además, denunció a la inmobiliaria promotora de la finca, por estafa y alzamiento de bienes.

Que se le reconociese la propiedad de la vivienda, que compró para regresar a su pueblo natal al jubilarse (desde joven vivía en Barcelona), fue la primera batalla ganada. Pero quedaban más. Manuel se cansó de vivir en precario (todavía hoy no tiene la cédula de habitabilidad) y fue a contratar la luz a Iberdrola. «La compañía me exigió que pagara yo la deuda de la luz de obra que tenía la promotora», recuerda, indignado.

Al final, una empresa de electricidad hizo la acometida del edificio. Su único vecino contrató la luz con Gas Natural Fenosa. Le tocó pagar 1.700 euros por la acometida. Ahora está más que decidido a que la inmobiliaria de su banco le abone el dinero. «Por ley le toca asumir este gasto», aseveró. De ahí que ayer se atrincherara. «Aunque esta gente que envían venga acompañada de la Guardia Civil, no pienso abrir», aseguró. Su encierro es indefinido. «Tengo la despensa llena. Si tengo que comprar algo, saldré el sábado y el domingo y el resto de la semana no me moveré de aquí».

Manuel tiene la sensación de que, cuando abandona el piso en el que invirtió los ahorros de toda una vida, ocurre un desastre. A finales de agosto, se marchó a Barcelona a arreglar los papeles para empadronarse definitivamente en Xàbia. Regresó el 25 de noviembre y encontró su casa y la finca patas arriba. Unos okupas menores de edad habían causado destrozos que Manuel, en la denuncia que presentó ante la Guardia Civil y el juzgado de Dénia, valoró en 7.615 euros. Los muebles estaban destrozados e incluso le robaron una antigua cámara fotográfica rusa Zorki 6.

Tras esos actos vandálicos, la inmobiliaria del banco quiere colocar ahora una alarma en la finca. Pero Manuel aspira a algo más importante: ganarse, de una vez, el derecho a vivir en paz en la casa que compró en 2003 y en la que ayer se atrincheró para demostrar que, a sus 80 años, no está dispuesto a dar su brazo a torcer ante inmobiliarias y bancos.

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