La noche tiene sus rituales. Xàbia se había sacudido el problema del botellón. Pero ahora, en agosto, el mes más bullicioso, ha vuelto la moda de beber en la calle y desvelar a los vecinos con la atronadora música que escupen los altavoces de los coches. No es todas las noches. El botellón toca el miércoles. Los jóvenes aprovechan que la discoteca Molí Blanc monta una fiesta con pinchadiscos (ahora se llaman DJ). Acaban la noche (o reciben el día) en la calle, hablando a voz en cuello y sin ninguna prisa por volver a casa. Las inmediaciones de la discoteca se convirten en un jolgorio. Las calles ya amanecieron el pasado jueves repletas de residuos. Y ayer fue peor. La basura, incluidos los cristales rotos de las botellas, tapizaba los viales.

La Policía Local sabía que se iba a liar. Y vigiló junto a la Guardia Civil a los jóvenes, aunque no pudo disolverlos, dado su elevado número. Fuentes policiales indicaron ayer que llegaron a concentrarse más de mil personas.

Los agentes sí hicieron lo imposible para poner sordina al alboroto. Alejaron el botellón de las viviendas. Y denunciaron a los jóvenes más gamberros. La noche acabó con 12 sanciones. Seis fueron por botellón (cada una sube a cien euros), cuatro por subir a tope el volumen de los altavoces de los coches (200 euros), una más por orinar en la calle (también cien euros) y otra por desobediencia a la autoridad.

Pero las multas, advirtieron las mismas fuentes antes citadas, no le duelen a estos jóvenes que quieren correrse una buena juerga a cualquier precio. La policía da por seguro que en la próxima madrugada del miércoles al jueves el botellón invadirá otra vez estas calles. Y así será hasta que acabe agosto.

Los operarios de limpieza se afanaron en la mañana de ayer en retirar toda la basura. Los vasos, además de tirados por el suelo, estaban en hilera sobre el murete que separa esta calle del río Gorgos. Los jóvenes gastan el murete de improvisada barra.

La policía local también denunció a la discoteca. Ya tiene un expediente abierto por sobrepasar los decibelios. Hace dos veranos el ayuntamiento la precintó por exceso de ruido. Sus propietarios instalaron luego pantallas acústicas. En la noche del miércoles, los agentes le abrieron tres expedientes más: uno por carecer sus porteros de la titulación obligatoria, otro por servir cenas pese a no tener la licencia para la actividad de restaurante y el último por carecer su cocinero del carné de manipulador de alimentos. Los expedientes podrían resolverse con multas o incluso con el cierre de la sala.