Isabelle Flament es una luchadora nata. Con 45 años, en la isla de Reunión, donde trabajaba de maestra, sufrió un gravísimo accidente de tráfico. Estuvo al borde de la muerte. «Entonces volví a nacer y ahora, 20 años después, he vuelto a nacer en Xàbia», afirma.

El incendio que en septiembre devastó 869 hectáreas en Xàbia y el Poble Nou de Benitatxell calcinó la casa de Isabelle. «Por dentro se quemó todo. Se hundieron el techo de la cocina y del salón. Mi casa quedó inhabitable», explica. Su chalé, que compró por 275.000 euros hace cuatro años, está en la calle Francis Bacon, en la urbanización Pinosol de Xàbia, donde el fuego causó daños en decenas de viviendas.

Los miles de desalojados vivieron el incendio como una pesadilla. El despertar ha sido peor. «Hay propietarios que no tenían las casas aseguradas. Conozco también a ancianos que se han quedado sin nada y no tiene familia ni dinero», advierte Isabelle. «Sé que la Cruz Roja y el ayuntamiento les han ayudado. Un matrimonio mayor ha estado en el asilo, pero ya les he perdido la pista. Me preocupa que estas personas se queden desamparadas».

Esta mujer de nacionalidad francesa y que ahora tiene 65 años está viviendo de alquiler en un piso. De momento, no puede volver a su casa. «No sé qué me va a cubrir el seguro. Lo hice con el banco y no conozco muy bien las cláusulas». Esa incertidumbre, unida a que el gasto del alquiler y los presupuestos para reparar su vivienda aumentan la factura que deberá pagar la aseguradora, le quitan el sueño. «No puedo dormir», admite. «No entiendo de seguros. Y creo que muchos de los afectados están igual que yo. Eso sí, no voy a dejar que nadie se aproveche de esta desgracia».

Isabelle asegura que ya se están realizando ofertas para comprar a bajo precio las casas calcinadas y dañadas. «Yo, desde luego, no lo voy a consentir. Invertí en mi casa los ahorros de toda la vida y voy a luchar para arreglarla».

La mayor parte de los chalés dañados son de residentes que como Isabelle viven con la pensión. El incendio les ha desbaratado una jubilación que debía ser plácida y desahogada. Tras el shock de los primeros días, es ahora cuando el drama toma cuerpo.

«Todo se derrumbó en un instante», reflexiona Isabelle. Ella volvió a enfrentarse, tras el accidente de la isla de Reunión, de nuevo cara a cara con la muerte. «Un bombero me salvó la vida. Cuando salí fuera, la ola de fuego había prendido la pérgola. No podía escapar». Esta mujer vive sola y se ayuda de una muleta para andar. «El bombero me sacó de aquel infierno. Cuando llegué con los otros desalojados, mis vecinos se echaron a llorar. Creían que me había quedado atrapada en casa y había muerto».

Expresa su agradecimiento por la solidaridad de los vecinos de Xàbia. Una familia le ofreció ir a vivir a su casa. «Pero yo no quiero ser un estorbo», indica.

El fuego convirtió en cenizas toda su documentación. El consulado le ha hecho un pasaporte provisional. Su hermana viajó desde Francia a Xàbia al ver en internet una fotografía de la casa de Isabelle quemada. Estuvieron unos días en un hostal y luego buscaron el piso de alquiler.

«Me dicen que podré volver a mi casa en cinco meses. Pero no lo creo. Hay mucho que reparar y quiero garantías de que mi casa sea luego segura. Me asusta que el seguro imponga un constructor y no haga bien las obras», apunta.

Eso sí, a esta mujer ni se le pasa por la cabeza tirar la toalla y marcharse de Xàbia. «Voy a luchar. Y también lo hago por los bomberos y la policía, porque se jugaron la vida, y por la Cruz Roja y todos los vecinos que se volcaron con nosotros. Mi madre, que vive en Normandía y tiene 95 años, también me anima a seguir adelante».