Durante años, el barranco que desemboca en la cala de la Granadella de Xàbia se ha utilizado como aparcamiento y como acceso a esta playa. Era clave para regular el tráfico. Los coches llegaban a la cala por el barranco y salían por esa singular calle de casas de pescadores que se conoce como Avinguda del tío Català. Lo de avinguda es un pelín hiperbólico, ya que la calle es tan estrecha que solo hay sitio para que pase un vehículo.

Ahora se ha acabado lo de usar el barranco como un vial más. El Ayuntamiento de Xàbia colocó el viernes por la tarde y el sábado por la mañana una barandilla de madera en la rampa por la que los coches bajaban al barranco. La Granadella se queda sin su gran bolsa de aparcamiento. Pero no por capricho. El alcalde, José Chulvi, explicó a este diario que la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) ha prohibido que este cauce se siga utilizando para estacionar vehículos.

Cuando llueve con intensidad, como ha ocurrido este invierno, este barranco se convierte en una violenta torrentera. Este cauce recoge gran cantidad de las precipitaciones que caen en un paraje de abrupta orografía y fuertes pendientes como es el de la Granadella. El agua baja, por tanto, con mucha fuerza.

Aunque desde ya está prohibido aparcar en el barranco, a los usuarios de la cala les cuesta acostumbrarse. Ayer mismo seguían entrando desde la desembocadura y dejando allí sus coches.

Aunque ardió este verano, esta cala sigue siendo de las más bellas de España. Atrae a miles de turistas. Si el colapso de vehículos en los últimos veranos ya era de aúpa, ahora puede armarse un caos monumental.

El ayuntamiento, como adelantó ayer Chulvi, está trabajando para que eso no ocurra. Subrayó que hay que garantizar «un uso racional y sostenible de esta playa y de todo el litoral de Xàbia». La solución pasa por apostar por el transporte público. La Diputación de Alicante, titular de la carretera de la Granadella, ya ha autorizado al consistorio a que ponga en marcha un servicio de autobús. Cada quince minutos bajaría a la cala. Los bañistas se despreocuparían así de aventurarse con su coche en una cala en la que, a partir de ahora, aparcar es un milagro.