El conflicto por la «regeneración» con 7.000 toneladas de tierra de cantera de la playa del Portet de Moraira ya traspasa la dimensión medioambiental. Empieza a abrir heridas sociales. SOS Moraira, la plataforma que ha denunciado a la jefa de Costas en Alicante, Rosa de los Ríos, y al alcalde, Carlos Linares, por un posible delito ecológico y otro de prevaricación urbanística, reunió el sábado, en una protesta en la playa, a unas 300 personas. Lanzaron consignas como la de «salvemos el Portet» o «esto es un engaño, la gravilla hace daño». También corearon rimas dirigidas al alcalde que han indignado al gobierno local, del PP, que considera que los manifestantes se pasaron de la raya y quedaron desacreditados. Fueron las de «alcalde, guarro, nos has llenado de barro» y «alcalde, canalla, devuélvenos la playa».

El edil de Presidencia y Urbanismo, Raúl Dalmau, lamentó ayer en su perfil de facebook que «unas personas que en su mayoría no viven ni un tercio del año aquí, que no conocen ni han querido conocer al alcalde, que siempre da la cara,» profirieran insultos contra un cargo que no es responsable de la actuación en el Portet, ya que esa competencia es de Costas.

Dalmau aseguró que seguirá «trabajando junto a Carlos (Linares)» por la playa del Portet, pero dejó claro que para él la asociación SOS Moraira ha quedado desacreditada. «Lo de devolverles la playa, nada de nada, porque la playa no es de ellos; es de todos», concluyó.

Es evidente que la polémica primera, que fue medioambiental (el vertido de tierra tiñó de marrón el agua de la playa e incluso Ecologistes en Acció advirtió de que la posidonia oceanica podía sufrir daños), ha adquirido ahora una derivada social. El vicepresidente de SOS Moraira, Javier Gimeno, incidió en la protesta del sábado en que al ampliarse la playa se corre el peligro de que el Portet se masifique y pierda su identidad. También denunció que esta cala natural se quiere transformar en una playa urbana. Gimeno siempre ha rechazado que los integrantes de SOS Moraira quieran la playa en exclusiva para ellos.

Pero el conflicto ha acabado enconándose. No ayudan ni los insultos ni plantearlo en términos de que a un lado están los «privilegiados» propietarios de segundas residencias del Portet y en el otro el resto de vecinos. Es azuzar un peligroso avispero en un pueblo como Teulada-Moraira en el que las fracturas sociales tardan en cicatrizar.