Pepe Puchol Salort tenía 18 años cuando la riada golpeó su pueblo, El Verger. Estudiaba el primer curso de arquitectura en València. Le llamaron y le dijeron que El Verger había quedado aislado y que ni se le ocurriera ir. Aquellas inundaciones, que en este municipio provocaron la muerte de una vecina de 90 años y que obligaron a centenares de familias a salir corriendo de sus casas, inundadas con hasta tres metros de agua, le han marcado. Acabó arquitectura y completó sus estudios con un máster en la universidad de Westminster. Allí se especializó en arquitectura medioambiental. Su tesis final fue sobre la adaptación sostenible a las inundaciones. Y la centró en el caso concreto de El Verger.

Este joven arquitecto presenta hoy, en la jornada que conmemora los diez años de la riada, las soluciones técnicas para que las viviendas de su pueblo (y de otros muchos, ya que en la Comunitat hay la tira de casas construidas junto a cauces y en zonas inundables) estén preparadas para las inundaciones.

Puchol muestra una maqueta en la que se ve perfectamente cómo el río Girona parte en dos El Verger. Además, queda claro que casas como las de la calle Divina Aurora, la zona cero de la riada, no es que estén junto al cauce, sino que se hallan dentro de él. Las plantas bajas quedaron sumergidas; el agua alcanzó allí los tres metros. El arquitecto incide en que allí, además de los terribles daños, aquella catástrofe ha causado un «impacto psicológico» todavía no superado. De hecho, cuando se pregunta a los afectados, una reacción muy frecuente es la de no querer recordar. Y el miedo les invade cada vez que llueve con intensidad y el río empieza a crecer.

El arquitecto ha ideado diferentes soluciones para adaptar las viviendas. En las más expuestas, la planta baja perdería su carácter residencial. Sería un lugar para hacer vida diurna, pero las habitaciones estarían en la primera planta y el comedor en la segunda. Esta solución supondría añadir una nueva planta a las antiguas casas. La planta baja tendría una puerta de lamas, que dejaría pasar el agua. El suelo sería de grava y, por tanto, permeable. Puchol también ha ideado un sistema de ventilación con un lucernario en la cubierta. Es básico combatir la humedad.

La inundación de hace una década penetró en los muros de las viviendas y ha provocado niveles de humedad que deterioran la calidad de vida de los vecinos. «En una de esas casas, al fondo, hay un armario y sus moradores no lo abren, porque dentro todavía huele a río», indica el experto.

Las viviendas donde la inundación llegó como mucho a un metro y medio sí pueden adoptar soluciones de «resistencia» a la inundación al añadir a los muros hojas interiores de ladrillo con una cámara de aire en medio. En estos casos, se levantaría la altura de las ventanas y las puertas serían antiinundaciones.

Al adaptar las casas a las avenidas de agua, este arquitecto también ha previsto que sean «más saludables». Incorpora criterios de sostenibilidad y bioclimáticos.

Las viviendas que absorben las riadas no es ciencia ficción. Puchol ha estudiado cómo en Japón y Pakistán los arquitectos innovan y se avanzan a un problema, el de las inundaciones, que en la Marina Alta se va a agravar con el cambio climático. El arquitecto de El Verger considera que sería básico que los planeamientos urbanísticos ya tuvieran en cuenta las contingencias climáticas. Afirma que "las administraciones deberían dar ayudas o incentivos para adaptar las casas" y garantizar la seguridad de sus habitantes.

El joven arquitecto también ha querido dar soluciones a esos vecinos de El Verger que tienen la casa junto al río y que tiemblan cada vez que se desata un chaparrón y el Girona empieza a rugir.