El silencio es cómplice de la represión y la barbarie. Este fin de semana dos actos lo han hecho añicos, el homenaje en Benissa a las Brigadas Internacionales y el recuerdo en Dénia a los 52 republicanos fusilados en el paredón del cementerio. En este último acto, organizado por Vent de Progrés, se da la palabra a los asistentes. Acuden hijos y familiares de asesinados por la dictadura franquista. Tomó la palabra Fernando Oltra Cardona, un anciano de Pego que llevaba un portafolios con documentos antiguos de su padre, Fernando Oltra Ortolá, y de su suegro, José Manuel Campoy. El primero murió fusilado en el cementerio dianense. Y el segundo pereció de hambre en una cárcel franquista de Barcelona.

Fernando Oltra Cardona recordó la represión que los poderes franquistas infligieron a su familia por "ser rojos". A él, con 13 años, lo encarcelaron en la perrera municipal de Pego. "Fuimos tres amigos al campo a comer higos y el dueño nos denunció. Cada uno tenía que pagar 25 pesetas. Los padres de mis amigos las pagaron, pero yo no tenía padre", relató. Y el castigo era presentarse todos los sábados con una manta en el ayuntamiento. "Y me confinaban hasta el domingo por la noche en la perrera". Fernando contó que su madre, costurera, deshecha en lágrimas, le reveló a un dentista la angustia de ver a su pequeño enjaulado como un perro. "El dentista fue a casa del alcalde y le dijo más que a un cerdo".

Este anciano recordó también el hambre que pasó su familia y la humillación de que los Reyes Magos no les trajesen a ellos nada por "ser rojos". "Y si íbamos al cine, el policía nos pegaba con la porra. Una infancia así creo que hoy no la soportaría nadie".

El testimonio de Fernando Oltra azuza la memoria. El silencio no cura las heridas de unas víctimas, las del franquismo, a las que todavía hay quien tiene el valor de decirles que no remuevan el pasado. Conocer sus historias es empezar a hacerles justicia.