«Es dóna la circunstància lamentable que el meu nom és Francisco i el meu cognom Franco». Así comienza el relato que Federico Ibáñez Soler, quien fuera editor de Castalia, la editorial que, fundada por su madre Amparo y su abuelo Manuel, recuperó los clásicos de la literatura castellana, dejó escrito para el festival Xàbia Negra, que se ha celebrado este fin de semana. La narración, repleta de sarcasmo y ambientada en un pueblo llamado Portdemar, un trasunto de Xàbia, ha visto ahora la luz.

El librito de la segunda edición de Xàbia Negra, que incluye el relato ganador del certamen literario de género negro (Milhòmens II, de Quelo Romero) y el corto y la fotografía también premiados (My Own Life, de Miguel Velilla, y El Pésame, de Juan Luis Durán), también le hace hueco a una obrita póstuma de Federico Ibáñez, fallecido el pasado mes de junio. Lleva por título Un cas resolt: El de l´alemanya, el labrador i el pastor.

Es una pequeña joya en la que la ironía, con paisajes y situaciones muy de Xàbia, le gana el combate el misterio. Los responsables de festival de género negro aclaran que lo han publicado, aunque no entró en concurso, «por su interés como aportación póstuma de un hombre para el que la vida y la palabra eran la misma cosa». El autor lo acabó poco antes de fallecer.

Federico Ibáñez fue Director General del Libro entre 1990 y 1993, cuando Jordi Solé Tura era ministro de Cultura. Llevó a cabo en esos años una intensísima labor de promoción de la lectura. Aunque socialista hasta el tuétano, llegó a presidir la patronal de los editores, tal era el respeto que la profesaban en ese particular gremio.

Nacido en València en 1946, vivió, de hecho, para los libros. Difundió las obras cumbre de la literatura española en la imprescindible colección Clásicos Castalia.

Otra de sus pasiones era Xàbia, un pueblo que adoraba. Se retiró a la casa que construyeron sus padres en el Portitxol. Allí escribió otra obrita irónica, La decisión de Portícolo, el silvano.

El gran editor y lector también ha dejado dos relatos que, aunque escritos a vuelapluma y despojados de toda ambición literaria, son chispeantes e ingeniosos. Xàbia Negra, al publicar esta narración póstuma, rinde homenaje a un hombre de letras y cultura.