En el Poble Nou de Benitatxell, hay un miedo inveterado a los rayos, truenos y centellas. El municipio corona una elevación. Está más cerca del cielo. Y de las tormentas. El pavor a los truenos se aguzó cuando en la madrugada del 11 de abril de 1940 cayó en el pueblo un rayo que incendió una casa y destrozó la cúpula de la iglesia de Santa María Magdalena. Los historiadores describieron aquella tormenta como «colosal». A partir de entonces, los vecinos temblaban cuando los relámpagos rasgaban el cielo. Empezaron a moverse para instalar un pararrayos. Pero no fue hasta los años 60 cuando pudieron comprarlo. Lo adquirieron las Amas de Casa. «Hacíamos de todo: chocolatadas el día de Sant Blai, rifas, vendíamos souvenirs... y la gente se volcó y pudimos comprar el pararrayos», rememoraron ayer las vecinas Tonica Marqués y María Pastor Catalá; esta última era entonces la presidenta de las Amas de Casa.

Ese pararrayos lleva, por tanto, protegiendo al pueblo de las tormentas desde hace 60 años. Ya está para reparar. El ayuntamiento, de hecho, ha contratado a una empresa especializada para que lo arregle. Llevará a cabo este trabajo, que cuesta unos 4.000 euros, el próximo 5 de diciembre.

Resulta curioso que el día de antes sea el de Santa Bárbara, protectora contra los rayos y las tormentas. Hay un refrán que dice: «Santa Bárbara bendita, que trae el sol y el trueno quita». Otro dicho hace referencia a los poco previsores: «Sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena».

En el Poble Nou de Benitatxell, sí se acuerdan del estruendo y la destrucción de los truenos. De ahí que, además de a Santa Bárbara, se encomienden a su pararrayos.