No había estudiado periodismo. Ni falta que le hacía. Llevaba el oficio en las venas. Dio que hablar aquel acto de González Lizondo, entonces encumbrado por el pacto del pollo, en el que se negó a rendirle pleitesía. Sabía que el periodismo era no hincar nunca la rodilla. Ante nadie. Esa dignidad no la tienen muchos dóciles licenciados.

Dénia y la Marina Alta han perdido a una periodista de raza y de calle. Rosa Pastor Ferrando falleció en la madrugada del martes al miércoles a los 65 años de edad. Deja dos hijos y una nieta, a la que quería con locura. Rosa sólo se había apartado del oficio de periodista hacia apenas un par de meses, cuando le diagnosticaron la terrible enfermedad que se la ha llevado prematuramente.

Lo suyo fue la radio. Era el medio en el que mejor se desenvolvía una periodista espontánea, cercana y que disfrutaba llevando la radio a la calle (o la calle a la radio). Siempre recordaba que una de sus primeras entrevistas se la hizo a Manuel Fraga. Con apenas 16 años, se zafó con el veterano político.

A Rosa no le faltaban arrestos. Era periodista de las que van con la verdad por delante. La sinceridad y la honestidad son principios que no se aprenden en ninguna facultad.

Empezó en Radio Dénia la Voz del Marquesado y luego trabajó en Radio Dénia Ser y en Radio Marina Alta. Desde el año 2000 formaba parte de Cope Dénia. Allí coincidió de nuevo con otro de los decanos del periodismo en la Marina Alta, Pepe Gea, fallecido en febrero de 2015.

Rosa fue durante 50 años la voz de la radio en la Marina Alta. También colaboró en Levante-EMV e Información. Conocía las entretelas de las Fallas y de las fiestas de Dénia. De hecho, batalló hace la tira de años para romper el techo de cristal de la incorporación de la mujer a las fiestas de Moros y Cristianos. También fue una pionera en la lucha por la igualdad. Ahora ya se puede decir que gracias a ella trascendió el veto de hace dos años a que una mujer representará el papel de rey mago. Su contribución fue, por tanto, decisiva para superar esa discriminación que existía de siempre y de la que nadie quería hablar. En sus colaboraciones en este diario, concilió su amor a las fiestas y su irrenunciable visión crítica.

Hace ahora un año, en una cena con cuatro compañeros que la echaremos mucho de menos (Enric Martínez, Julio Monfort, Arturo Ruiz y quien escribe), Rosa se lanzó de cabeza al proyecto de preparar una exposición que, a través de la fotografía, recuperase la prensa de los años 80 y 90 en la Marina Alta. Las redacciones empezaban a profesionalizarse. Rosa introducía a los bisoños periodistas en el mundillo. Lo hacía con total generosidad. Las astucias y los celos del periodismo no iban con ella.