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Obras

El arquitecto conservador de la catedral de València ya trabaja en restaurar la iglesia gótica de Xàbia

Salvador Vila Ferrer avanza que las obras de emergencia consistirán en «coser las grietas, algunas enormes», eliminar las goteras y humedades y consolidar la cubierta y la torre - La rehabilitación la impulsan la parroquia y el arzobispado

La torre también sufre un avanzado deterioro. Los tablones del campanario están rotos.

«Esta iglesia es un elemento singular no sólo de la arquitectura valenciana, sino de la arquitectura universal». Salvador Vila Ferrer, el arquitecto conservador de la catedral de València y del monasterio de Santa María de la Valldigna, se enfrenta a un reto mayúsculo: restañar las profundas heridas que el paso del tiempo ha dejado en uno de los monumentos capitales del gótico valenciano, la iglesia fortaleza de Sant Bertomeu de Xàbia.

El experto ya se ha puesto manos a la obra. «Cada día estoy más enamorado de este iglesia», confesó ayer a Levante-EMV. Poco a poco, va descubriendo pistas de las arquitecturas secretas de este templo del siglo XVI, en el que se nota la impronta de Domingo Urteaga, el maestro cantero que acabó la Lonja de la Seda deValència. Está documentado que en 1513 dirigía las obras del templo xabienc. «Ese capitel es cisterciense», afirma Salvador Vila mientras señala el arco diafragmático que da paso al altar. Ese capitel de traza gótica, muy diferente al resto de capitales netamente góticos del templo, revela que la iglesia primitiva ya estaría en pie en el siglo XIII.

El arquitecto aclaró que lo primero es redactar un proyecto de obras de emergencia. Se lo han encargado la parroquia de Sant Bertomeu y el Arzobispado de València. Urge parar un deterioro que en los últimos años se ha acelerado. Cada vez que llueve con cierta intensidad, los feligreses tienen que colocar plásticos. Hay goteras. Las filtraciones en la cubierta han provocado humedades. Hay tramos de la bóveda ennegrecidos. «Las primeras intervenciones consistirán en eliminar las goteras, consolidar la cubierta, corregir los daños de la torre, donde las bóvedas están movidas, y coser las grietas, ya que algunas son enormes», adelantó Vila.

Una de las fisuras más visibles es la que parte en dos el ábside. Ese «roto» tiene su historia. Lo causó el terremoto de 1748 de magnitud de 6,2 grados que tuvo su epicentro en Montesa. No fue el único estrago. Veinte años después, un rayo se coló por el rosetón del ábside y mató a un feligrés.

Hay dependencias de la iglesia que amenazan ruina. La que acogía el antiguo archivo parroquial, que está sobre la sacristía, se encuentra apuntalada. El robusto campanario (su función original fue la de torre vigía) se cae a trozos.

Tras las obras de emergencia, el experto desarrollará un plan director para restaurar la iglesia gótica. La erosión ha borrado los detalles de las portadas y también ha restado viveza a las fantásticas gárgolas. Para acometer esa rehabilitación, es obligado volver a los orígenes, imaginar incluso la obra que tenía en mente Domingo de Urteaga. Y Salvador Vila ya ha hallado en el archivo ducal de Medinaceli un plano de la iglesia de 1505.

Hay mucho que investigar. Poco se sabe de la iglesia subterránea, de las criptas. En la cubierta, singular por esos abombamientos conocidos como «els montons», hay marcas de las antiguas almenas y del adarve. Mientras, los defensivos matacanes coronan la portada oeste y la sur. El aire acastillado de este templo, levantado con piedra tosca, no es casual. Fue una fortaleza en la que la población se refugiaba cuando los piratas asomaban por la bahía.

«Este edificio es fantástico. Estoy disfrutando mucho con el proyecto. Lo primero son las obras de emergencia. La conselleria debe autorizar el proyecto. Y luego ya vendrá el plan director. Esta iglesia es una joya arquitectónica», subrayó Salvador Vila.

En el templo gótico de Xàbia, por fin, entra la luz. Por la restauración en ciernes, que es una reivindicación histórica del municipio, y por el talante del nuevo párroco, Salvador Torrent.

Hace más de una década ya se planteó una rehabilitación que se fue al limbo. Las obras subían a 2,4 millones y las pagaba Caja Madrid. Con la crisis, todo se fue al traste.

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