Tan fácil como injusto es culpar de todos los males a la masificación y al turismo. En casa, hay incívicos. Y no tienen disculpa. Saben de sobra que su desidia deteriora lugares de gran valor ecológico y paisajístico.

La acción de estos incívicos se hace visible en los acantilados de Xàbia y, en concreto, en las históricas y escondidas pesqueres (salientes de roca desde los que se pesca desde antiguo). Una minoría de pescadores arroja latas, plásticos, sedales y las cajas de los cebos en los resquicios de las rocas. Convierten esas aberturas naturales en cubos de basura.

Estos pocos pescadores tiran los desperdicios tras pasar horas y noches esperando que los peces piquen. No quieren subir cargados el acantilado. La cosa tiene delito. Ensucian un ecosistema extremadamente delicado y por el que deberían tener un aprecio especial. Acuden a esta escarpada costa a pescar y a disfrutar de su belleza. Pero, en lugar de preocuparse por mantenerla limpia, crean focos de contaminación. Abandonan la basura sin remordimiento, como si cuidar el equilibrio natural no fuera con ellos.

Estos comportamientos incívicos son minoritarios. La mayor parte de los pescadores que bajan a la pesquera están concienciados y recogen hasta el último desperdicio. Saben que la supervivencia de esta actividad tradicional está ligada a la preservación del medio ambiente.

Entidades como IROX (Institut de Recerca Oceanogràfica de Xàbia) reivindican las sendas tradicionales de les pesqueres (hay accesos que los chalés han cerrado) y sus integrantes descienden a menudo a limpiar esa suciedad que dejan los pescadores poco respetuosos. También hay empresas de turismo activo, como Xàbia Activa, que recoge esa basura. Los turistas que descubren estos acantilados con actividades como el kayak o el coastering lo que menos esperan es encontrar focos de contaminación en lugares tan escarpados, de difícil acceso y de tan impresionante belleza.

Mientras, el Ayuntamiento de Xàbia todos los años organiza en primavera una jornada de limpieza del litoral. Ese día cientos de voluntarios retiran esa basura arrojada en las brechas del acantilado.

Una de les pesqueres en las que los oriundos sin escrúpulos ambientales se dejan los residuos es la de la Barra, que está próxima al Cap de la Nau. Es un paraíso. Un paraíso salpicado de desperdicios.