Los rescates en el mar se tuercen en un segundo. El del yate de 19 metros de eslora que en la tarde del lunes naufragó en el Portitxol de Xàbia (sufrió una vía de agua al golpear con una roca del fondo marino) se complicó ayer cuando el pequeño remolcador que tiraba del barco hundido se averió a la altura del Cap Prim y se quedó sin motor. En condiciones de mar en calma, el remolcador podía haber llevado el yate a puerto. Pero ayer había marejada y soplaba un fuerte viento.

Durante la mañana, la empresa especializada propietaria del pequeño remolcador reflotó parte del yate con unos grandes globos. También colocó un cinturón de seguridad alrededor del barco hundido para, en caso de producirse un vertido de combustible, tenerlo confinado. Todas las medidas de prevención eran pocas, ya que la playa de la Barraca quedaba a escasos 250 metros del yate. Los bañistas, de hecho, siguieron con atención el trabajo de los especialistas, que sacaron, primero que nada, los mil litros de gasoil que el yate llevaba en el depósito.

A flote salió el puente. El resto de la embarcación quedó sumergida e inundada de agua. Las fuentes consultadas indicaron que su peso total se aproximaba a las 30 toneladas.

El remolcador, que más bien era un barco auxiliar de puerto, empezó a tirar de ese mastodonte marino. Rodeó la Illa del Portitxol. El yate se fue a pique al atravesar el freu (pasillo entre la isla y tierra) y chocar ahí con el fondo marino. Puso rumbo al Cap Prim y allí se quedó sin motor.

Se dio aviso a Salvamento Marítimo. Y acudió la Salvamar Diphda, que sí es potentísima. Remolcó el yate y el remolcador. Pero el cabo amarrado a esta segunda embarcación amenazaba con romperse. A mitad de la bahía de Xàbia, se optó por que la Salvamar Diphda llevara primero a puerto el remolcador y luego volviese a por al pesadísimo yate. La idea primera era arrastrarlo hasta su puerto base, que la Marina de Dénia. Pero resultaba imposible. El mar no estaba para alargar el rescate. Ya en el puerto xabienc, se amarró con gruesos cabos la embarcación de 19 metros. Sólo asomaba el puente. Tenía un aire de submarino. Hoy acudirá una grúa y sacará el yate al muelle. Está valorado en un millón de euros y sólo tenía tres años, pero ha quedado hecho una birria.