Eurídice murió dos veces. La primera, cuando le mordió una víbora. Y la segunda, cuando su amado Orfeo, que la rescataba del infierno, se volvió a mirarla antes de tiempo. La arqueología subacuática de Dénia también tiene dos vidas (y hasta tres). Los hallazgos de los años 70 y 80 se los quedaron sus descubridores o pasaron a engrosar colecciones privadas. Ahora quienes durante años han coleccionado o simplemente guardado ese patrimonio arqueológico empiezan a concienciarse de que debe custodiarlo y estudiarlo una institución pública, en este caso el Museo de Dénia. La citada tercera vida de muchos de estos hallazgos llegará cuando salgan de los almacenes municipales y se expongan en el futuro Museo del Mar o en las nuevas salas de la restaurada Casa de la Marquesa de Valero de Palma. El museo pide a gritos espacio expositivo.

Angelino Mut Femenia, que es de El Verger, se ha zambullido mil veces en l´Almadrava, en el tramo norte de la costa de Dénia. Un día de finales de los 70, pescaba pulpos con su amigo Jaime Mateu Serrano. Les bastaban las gafas y el tubo de buceo para sumergirse en estas someras aguas. Angelino se sorprendió al encontrar a unos tres metros de profundidad un objeto bastante pesado. Ya sabía por experiencia que estos fondos marinos esconden «tesoros» arqueológicos. También participó en el hallazgo de un barco de guerra (estaba armado con cañones) que se fue a pique aquí en el siglo XVIII.

Pero esa pieza era incluso más antigua. Junto a su amigo, la sacó a flote utilizando garrafas vacías a las que ataron cuerdas que, a su vez, anudaron al pesado hallazgo. Cuando lo sacaron a tierra, se cercioraron de que era un cepo de plomo de un ancla.

Angelino Mut lo ha donado ahora al Museo de Dénia. No es un hallazgo más. Forma parte de un pecio romano documentado. Y el museo ya tiene la otra pieza de plomo de este ancla, que es el zuncho. La encontró Antonio Catalá hace 20 años.

Por tanto, no es difícil reconstruir el ancla (los otros elementos, la caña y los brazos, eran de madera). El concejal de Cultura, Rafa Carrió, y el director del museo, Josep A. Gisbert, avanzaron ayer que el ancla restaurada podría exponerse en el Museo del Mar que irá en la antigua lonja.

Este hallazgo que ahora ha salido a la luz perteneció a un barco romano que en época Flavia (siglo I) encalló y se fue a pique en la costa de l´Almadrava. Entre lo que se ha recuperado de ese pecio, está un sello de plomo que se utilizaba para marcar las ánforas y que llevaba la inscripción de Tiberios Claudius Amiantus. Gisbert precisó que ese nombre correspondía a un mercader de Tarraco. Fletó una nave para transportar ánforas y dolia (tinajas) de vino probablemente a Cartago Nova. Pero no pasó de Dianium. L´Almadrava está erizada de arrecifes. Allí embarrancó.

Ese yacimiento subacuático no se ha excavado. Pero el museo va recuperando vestigios del barco romano. Cuenta con fragmentos de las dolia (en singular, dolium) y ánforas y ahora ha ingresado el citado cepo de ancla hallado hace 40 años y que arroja un poco más de luz sobre la terrible historia de naufragios (ahora son un filón para la arqueología) de Dénia.

Llamamiento a entragar al museo los hallazgos "privados"

Angelino Mut ya anunció ayer que donará al museo una bala de plomo que también encontró en una de las muchas inmersiones en apnea (él, que pescaba pulpos, no es buceador de botella) que ha realizado en el litoral de l´Almadrava. Hizo un llamamiento a quien tenga en su casa hallazgos para que los entregue al museo.

Los tiempos han cambiado mucho en la arqueología subacuática. «Hoy en día no se puede sacar nada del mar. Hay que avisar en seguida. En Dénia sabemos que hay colecciones memorables. Las instituciones públicas son las que pueden garantizar la perdurabilidad de ese patrimonio», advirtió Gisbert.