Las nuevas tecnologías han llegado a los colegios, pero la verdadera revolución viene de la mano (sí, de la mano) de las viejas, ancestrales tecnologías. El proyecto Ecoescoles comenzó en 2011 con un colegio, el Gabriel Miró de Calp. Ahora ya participan 31 centros. El conseller de Educación, Vicent Marzà, en la jornada «Educant a la natural», que tuvo lugar ayer en Alcalalí y que sirvió para reflexionar sobre las Ecoescoles, subrayó que «la estima por la tierra no es una opción, sino una obligación». Avanzó que este proyecto debe ser «un referente» en toda la Comunitat Valenciana.

La clave es convertir el huerto escolar en un aula más. También se aprende al aire libre. María Moreno, del colegio Mosquera de Alcalalí, lo explicó bien: «Estamos vinculando la labor de la escuela con la agricultura, las tradiciones y la cultura del pueblo. Hasta ahora parecía que la escuela tenía que estar de espaldas al pueblo. Pero no. Estamos en el pueblo y somos pueblo».

Los 31 colegios que participan pertenecen a la Marina Alta, la Marina Baixa y la Safor. El proyecto, eso sí, se gestó en la primera comarca. Hace siete años la empresa Agricologia, que dirige el técnico experto en agricultura ecológica José Manuel Bisetto, empezó a introducir los huertos escolares. Bisetto recalcó ayer que fue una apuesta por «la vertebración y cohesión del territorio». Pero desde la humildad. El primer año ya empezaron a servir productos ecológicos en los comedores escolares. Entonces eran algo más de 300 alumnos los que los consumían. Ahora la cifra supera los 6.000. También ese primer año el bancal que cultivaban con técnicas ecológicas no llegaba ni a la hectárea. Ahora tienen en producción seis hectáreas. Y de contratar a una sola persona han pasado a dar trabajo a ocho.

«Es un proyecto que nos permite recuperar terrenos agrícolas que estaban abandonados. También generamos empleo. A pequeña escala, estamos ayudando a recuperar el sector agrícola, fomentamos una alimentación saludable, ayudamos a mantener ecosistemas naturales y también preservamos el paisaje tradicional», sostuvo Bisetto.

Marzà incidió en otro aspecto importante: «Los niños son felices». Tocar la tierra, sembrar y cuidar y recoger la cosecha es toda una experiencia. Además, luego comen aquello que han cultivado. Los maestros crean, además, nuevos materiales educativos. Pueden enseñar en el huerto escolar matemáticas, ciencias sociales, arte o ciencias naturales, así como concienciar sobre reciclaje. El huerto es un aula abierta en la que se está gestando toda una revolución educativa.