La gravedad es una fuerza que todo lo puede. La erosión es un ratoncito que roe montañas. Y el tercer factor, el urbanismo que se arrima al vacío y que se sube a terrenos imposibles. Gravedad, erosión y urbanismo en el filo se juntan en el acantilado del Cap Negre de Xàbia. Y dan sustos. Sustos de aúpa. Ahora ha ocurrido un nuevo desprendimiento. Se ve claramente que la tierra de la parte más al norte del cortado está removida. Esta vez el derrumbe no ha afectado a los chalés. En este tramo no están tan colgados. Pero es indudable que la erosión no se detiene. Este nuevo desprendimiento confirma que este precipicio sigue modelándose. El litoral de la Marina Alta, incluso el pétreo de los acantilados, se transforma poco a poco y, a veces, de golpe.

Aquí, en el Cap Negre, se han producido corrimientos de tierra que meten miedo. El primero ocurrió en noviembre de 2005. Un tramo de piedra calcárea, la que da solidez a la coronación del acantilado, se vino abajo. Aguantaba las terrazas de los chalé. Las terrazas se partieron y parte de ellas y las barandillas acabaron en el mar.

El otro desprendimiento grave ocurrió en 2011. Unas lluvias torrenciales ocasionaron que otro tramo de la cornisa de este balcón natural se resquebrajara. En ese episodio, el ayuntamiento tuvo que cerrar por precaución el acceso a once chalés. Los propietarios hicieron obras para reparar las terrazas y apuntalarlas.

El Cap Negre está coronado totalmente por chalés. No se ha dejado ningún resquicio de terreno público para asomarse al mar. En la actualidad, la Ley de Costas, las nuevas normativas urbanísticas e incluso el plan estructural que Xàbia va a sacar por segunda vez a exposición pública no permitirían ocupar de cabo a rabo todo un acantilado.