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Educación

"La escuela es un soplo de vida en la Vall de Gallinera"

Quince de los 19 alumnos se quedan al comedor escolar municipal puesto en marcha hace tres semanas y que es clave para evitar el éxodo de familias

"La escuela es un soplo de vida en la Vall de Gallinera"

La escuela es el futuro. En la Vall de Gallinera, lo tienen claro. Este municipio de 589 habitantes y que está dividido en ocho pueblos planta cara a la despoblación. Y lo hace reforzando su colegio, el Joanot Martorell de Benialí, que este curso cuenta por primera vez con línea de transporte escolar y, desde hace ahora tres semanas, con comedor.

Quince de los 19 escolares de esta escuela se quedan, de hecho, al comedor. Sus padres lo tienen más fácil para conciliar. Hay familias que habían optado por llevar a sus hijos a los colegios de Pego, Planes o Villalonga, que sí tienen comedor. Para el próximo curso, podrán plantearse volver a escolarizarlos en la Vall de Gallinera.

El comedor lo ha puesto en marcha el ayuntamiento. «Ofrecer este servicio es esencial. Supone una medida efectiva contra la despoblación», afirmó ayer el concejal de Educación, Ignasi Mora. Ya se ha pedido que el próximo curso el comedor lo asuma la conselleria.

De entrada, evita que los escolares hagan cada día cuatro viajes en autobús. Y facilita enormemente a las familias la conciliación. Para los padres con jornadas laborales de 8 a 15 horas, es irrenunciable dejar a los niños a comer en la escuela.

El curso comenzó en la Vall de Gallinera con el cierre de la otra escuela, la Ausiàs March de Alpatró (mantenía sólo cuatro alumnos). Nunca es buena noticia que un colegio eche la llave. Pero, en este caso, agrupar a los escolares ha posibilitado organizar mejor la actividad educativa. Con 19 alumnos, se ha podido crear la línea de bus escolar, que pasa por los ocho pueblos.

El Joanot Martorell es singular. En realidad, el mundo rural se mueve a otros ritmos. Los escolares entran a las 9.30 horas, media hora más tarde que en el resto de colegios. Tiene su explicación. El sol tarda un pelín más en desperezarse. Pero cuando ya asoma entre las montañas caldea la escuela y el patio. A las 13 horas (se recupera la media hora de la mañana), la monitora Lorena Company acude a por los quince niños del comedor. A 50 metros está el ayuntamiento y allí, en una sala que cuenta con cocina (el ayuntamiento también ha comprado ahora un lavaplatos), los alumnos recuperan fuerzas.

El primer día de comedor escolar tocó lentejas. Nutritivas y deliciosas. Una vez a la semana, hay un menú ecológico. Los escolares, que tienen entre 3 y 12 años, comieron ayer (era día de recetas eco) potaje de garbanzos con carlota y espinacas, merluza rebozada con tempura vegetal y fruta. Los menús los sirve una empresa especializada en catering escolar.

El concejal de Educación avanzó que para el próximo curso están valorando encargar a dos vecinos con mano para la cocina que elaboren los platos del comedor escolar. «Así creamos dos puestos de trabajo», destacó.

El colegio es una bendición para el pueblo. «Sí, es un soplo de vida», afirmó ayer su directora, Susana Valls. Se ha quedado, eso sí, pequeño. Hay un proyecto para construir una escuela nueva.

«Ahora que llega el carnaval, los alumnos salen en pasacalle y para los vecinos, sobre todo para los más mayores, es una alegría verlos», relató la directora.

Es evidente que uno de los antídotos contra la despoblación es la escuela. «Nos garantiza la supervivencia. Los niños que estudian aquí aprenden también a estimar su pueblo», subrayó Mora.

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