Hace ahora 20 años Xàbia defendía palmo a palmo su costa. En abril de 1999, nació la Plataforma Cívica en Defensa del Territorio y el Litoral. No surgió de la nada. Hizo frente común con vecinos, comerciantes y pescadores para frenar los proyectos de puertos deportivos que se presentaban en cadena. Esa presión del negocio náutico comenzó un año antes. De golpe, dos empresas consultaron a la conselleria de Obras Públicas sobre la posibilidad de construir un puerto deportivo en el Segon Muntanyar y otro en la Cala Blanca. La reacción fue contundente: no había que crear nuevos impactos en el litoral. El Plan de Puertos planteaba que se ampliaran los puertos ya existentes. Y ahí se abrió una puerta.

En 1999, la empresa Fesánchez, S. L., que primero había sondeado sobre la ubicación en la Cala Blanca, presentó en la conselleria un proyecto totalmente definido. Quería construir una dársena de 468 amarres en la fachada marítima de Duanes de la Mar (el núcleo del puerto). El puerto se tragaba la playa de la Grava. La empresa, que también anunciaba que crearía un auditorio-delfinario y piscinas artificiales, afirmaba que haría una nueva playa de arena en el litoral rocoso del Primer Muntanyar que linda con la desembocadura del río Gorgos. Presentaba su proyecto como una ampliación del actual puerto. El puerto de la Grava aprovechaba el dique del muelle pesquero.

La ciudadanía reaccionó como un resorte. Se adelantó a los políticos. Inició recogidas de firmas y llevó a cabo movilizaciones. La única playa netamente urbana de Xàbia estaba en peligro.

Los empresarios lanzaron los habituales cantos de sirena. Prometían unos 60 puestos de trabajo directos y otros 300 indirectos y una inversión de 21 millones de euros. Y defendían que su propuesta cumplía el Plan autonómico de Puertos.

La presión ciudadana obligó al ayuntamiento a moverse con rapidez. Encargó a los departamentos de Biología Marina y Análisis Geográfico Regional un estudio sobre el posible impacto de ese puerto deportivo. La conclusión fue que el proyecto era insostenible al generar una tremenda presión territorial en la frágil fachada marítima de Xàbia. Los vecinos presentaron más de 2.000 alegaciones. Mientras, la empresa estaba tan convencida de que lograría el «sí» de la conselleria que llegó a vender reservas de amarres.

La movilización vecinal decantó la balanza. La conselleria de Medio Ambiente emitió en 2001 declaración ambiental desfavorable. Los técnicos daban la razón a los vecinos. Pero todavía quedaba una batalla por ganar. En febrero de 2003, una nueva empresa, Marina Punta del Este, presentó otro proyecto de puerto deportivo de 500 amarres. La firma planteó demoler la actual escollera de Levante y construir una nueva más larga que cerraba el horizonte de la playa de la Grava. El rechazo ciudadano también fue fundamental para parar este nuevo intento de puerto deportivo.

Ahora, veinte años después, la Grava triunfa como playa de invierno. El ayuntamiento la mantiene balizada todo el año. Basta que luzca el sol para que los bañistas disfruten de este litoral al abrigo del cabo de Sant Antoni. La Grava abandera la desestacionalización del turismo. De ahí que sea de justicia reivindicar el movimiento ciudadano que salvó la única playa netamente urbana que tiene Xàbia.