Debajo de un algarrobo y junto al riurau del Senyoret de Jesús Pobre. Hay se ha terminado de gestar hoy un colectivo llamado El Garrofer, que pone en contacto a los restauradores de la Marina Alta con los productores locales. Y han acudido más de un centenar de cocineros y agricultores y pequeños productores. "Necesitamos coordinarnos. Los agricultores pueden tener la cosecha vendida incluso antes de plantarla. Nosotros buscamos productos de proximidad y de identidad", ha explicado Ferran Giró, del restaurante Arrels de Gata y Dénia.

Del proyecto tiran cocineros de primera. Están Bati Bordes, del Marino; José Manuel López, del Peix i Brases, o Federico Guajardo, de la Venta la Posa. También han estado hoy en la reunión Miquel Ruiz, del Baret de Miquel, Carlos Torres, del Volta i Volta, o Inés, de la Cambra d'Inés. La representación de restauradores es, de hecho, excepcional. Y todos comulgan en una cosa: apuestan por la cocina del territorio.

El hecho de hacer esta reunión junto al riurau, paradigma en la Marina Alta de la recuperación de la nueva economía rural, basada en la sostenibilidad y en la introducción de cultivos ecológicos, tenía toda la intención. Aquí los pequeños productores han creado una marca, la del Mercat del Riurau, que funciona de maravilla. Carles Hostalet ha explicado que la asociación del Mercat del Riurau está recuperando las variedades de trigo tradicionales de la Vall del Montgó, que fue antiguamente el granero de la Marina Alta (los antiguos molinos de viento atestiguan esa tradición cerealística). Han recuperado cuatro variedades, el amorós blanc y el colorat, el fartó y el asolacambres. "Empezamos de cero y hemos buscado la complicidad de los labradores de los sábados y de los propietarios que no sabían qué hacer con sus tierras", ha indicado Hostalet.

Ese trigo, que ya ha permitido hornear los primeros panes (los ha hecho la panadera Raquel López), ejemplifica la singularidad de la que hace bandera la cocina de la Marina Alta. Los cocineros apuestan por la proximidad, por el territorio y por la identidad. Los productores son esenciales.

"El problema que hemos tenido es que cada pueblo tenía su campanario y quería que su campana sonara más fuerte. Debemos ir todos de la mano", ha subrayado el bodeguero Tonet.

El Garrofer es un paso decisivo en la recuperación de la agricultura, del sector primario. La boyante restauración de la Marina Alta necesita un producto auténtico y singular. Además, la agricultura también preserva el paisaje. Los productores de aceite (en la Vall de Gallinera, por ejemplo), de arroz en la Marjal de Pego, de vinos de moscatel o de dulces que tienen de base la almendra empiezan e encontrar mercado. Eso sí, existe un gran problema, el de la falta de relevo generacional en el campo. El Garrofer también quiere que la tierra vuelva a tener futuro.