Los efectos del temporal Gloria se perciben con los cinco sentidos. También con el del olfato. Quienes paseaban estos días por el extremo sur de la playa del Arenal de Xàbia no podían evitar contener la respiración e incluso estaban tentados de taparse la nariz. El hedor era insoportable. Persistía el miércoles. Penetrante y «desagradable» (adjetivo que utilizó el propio alcalde, José Chulvi). Pero ayer ya se había mitigado. El ayuntamiento encontró, por fin, la fórmula para espantar los malos olores que manaban del agua estancada y ya putrefacta. Aquí, tras la tempestad Gloria, quedó una montaña de arribazones de Posidonia oceanica. Esta planta marina, mientras se descompone, huele intensamente a mar. Pero no es un olor molesto. El problema era lo que los comerciantes y vecinos ya habían bautizado como «la ciénaga».

Esta semana los empresarios del Arenal se reunieron con el alcalde y le trasladaron que urgía retirar las «algas» (la Posidonia no es un alga, sino una planta marina). Chulvi advirtió de que la cosa no era tan fácil como parecía. No bastaba con meter en la playa una pala y un camión, como se hace habitualmente para quitar los arribazones. Sostuvo que los técnicos municipales habían decidido esperar a que las corrientes modificaran el fondo marino y este tramo sur de la playa quedara más accesible. Las máquinas que habían entrado se hundían. El manto de arribazones era inestable.

Los operarios municipales abrieron el jueves a mano un canal para que el agua estancada empezara a drenar. Ayer una máquina sí llegó a esta parte de la playa y ensanchó ese canal. Ha desecho la charca. El agua putrefacta corre hacia el mar y el hedor se evapora.

El cambio era muy perceptible a mediodía de ayer. Las terrazas de los bares de este extremo sur de la playa del Arenal empezaron a llenarse. Los clientes podían, por fin, respirar.

El alcalde subrayó que el ayuntamiento se ha apresurado a reparar los daños del temporal. Pero el estropicio es de órdago. Además, surgen problemas inesperados como el del estancamiento del agua en esta parte de la playa, los malos olores o las descargas eléctricas que están sufriendo los perros en un tramo de acera de este núcleo turístico. Los estragos de Gloria se perciben todavía con todos los sentidos, incluso con el sexto, ese que tienen aguzado los canes, que son los que están sufriendo los estremecimientos eléctricos al pasearlos sus dueños por la acera de los calambres.