Los patos del marjal del Senillar de Moraira están bien alimentados. Las familias llevan a los niños a tirarles comida. Los ánades se ponen morados. Pero ahora, con el confinamiento, se ha acabado la ración diaria de migas de pan. Los patos tienen que buscarse la vida.

Y lo han hecho en las calles desiertas del núcleo urbano de Moraira. No pasan coches y apenas hay vecinos en la calle (los que van a comprar al super o a la farmacia). Los animales han paseado sin temor. Se cumple la máxima de que si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Estos días los niños acabarán tirando las migas desde el balcón y los patos acudirán, confiados, a picotearlas.

La terrible epidemia del coronavirus está dejando algunas imágenes insólitas. Los patos tan panchos es una de ellas.