En la ladera del Morro de Toix, la montaña que «confina» por el sur Calp y que es una suerte de anfiteatro desde el que se domina el Penyal d'Ifac y buena parte de la costa de la Marina (hasta el Cap d'Or de Moraira), se puede «reconstruir» la historia de toda la arquitectura turística valenciana. Esta falda la ocupa la urbanización Maryvilla. Y hay chalés de toda laya y condición. Algunos son tremendamente kitsch: están coronados de almenas y quieren ser pequeños castillos. Ahora esta ladera se contagia de nueva arquitectura. Llega, por fin, un soplo de aire fresco... y bioclimático.

Dos proyectos ejemplifican esa renovación. El estudio de arquitectura valenciano Nodopía ha diseñado la que ahora es la casa más moderna de Maryvilla. La gran novedad es que no quiere llamar la atención, sino integrarse en el paisaje. El chalé, abancancalado, se adapta a la escarpada ladera. Utiliza muros de mampostería en sus paredes. La piedra natural se mimetiza mejor con la montaña. Pero lo más revolucionario es que las cubiertas de esas plantas abancaladas están tapizadas de arbustos típicos del Morro de Toix. Los arquitectos (los autores del proyecto son Juan José Pérez Moncho y Víctor Lledó García) acentúan el efecto de integración en el paisaje y mejoran el aislamiento. La vegetación atenúa el impacto del sol y refresca la vivienda. Al tiempo, la casa está diseñada para crear corrientes de aire y ventilación. La cubierta se riega con un sistema de goteo que reutiliza el agua.

Este chalé, en ese propósito de jugar con la difícil topografía en lugar de alterarla con desmontes y grandes muros, cuenta con una piscina que «araña» la montaña. Es mejor aprovechar el sinuoso terreno que arramblar con todo.

Otro chalé de autor es la bautizada como Casa Espejo de Agua, que ha diseñado el arquitecto valenciano Fran Silvestre. En la límpida lámina de agua espejean el paisaje y las líneas puras de la arquitectura. Esta vivienda la levanta la firma alicantina ENE construcciones.