Detesta la palabra "reconstruir". "No podemos volver a lo de antes", afirma. "El mundo debe contagiarse de esa electricidad solidaria que recorría los balcones". Chús San Pedro abrió, durante los meses más duros del confinamiento, su ventana de par en par. Y se puso a pintar. Tras algunas acuarelas fallidas, recuperó el pulso del artista. "Al principio, pintaba el Montgó, pero me salía gris. Y decidí ir por otros caminos". Sí, aquellos primeros días del confinamiento eran sombríos. Pero el arte surge luminoso, aletea libre.

El puñetero bichito se coló también en esas primeras obras. Incluso en las flores de los almendros asomaban estambres que recordaban el dibujo del virus. Luego las acuarelas ya se liberaron de todo. El arte fluía. Chús daba una pincelada en sus acuarelas y regresaba al rato. Las formas le inspiraban y revelaban paisajes conocidos (por ejemplo, la Granadella) y otros oníricos. Los cielos y mares turbulentos se poblaban de ballenas, medusas, un águila pescadora magníficamente dibujada, un polifemo (Chús pensó en el cíclope al escuchar la noticia del gigantesco hospital de Ifema) con un ojo tan bello que atrae las miradas o un astronáuta que parece más marciano que el alien con el que tropieza...

Esos mundos libérrimos se pueden ver ahora en la Fundació Cirne de Xàbia. El artista ha encontrado el título perfecto para su exposición: "La libertad de no poder salir". Sus acuarelas confinadas son todo lo contrario: un ejercicio supremo de libertad creadora. La nueva normalidad obliga, eso sí, a pedir cita previa (al teléfono 655 973 406) para visitar la muestra.