La costa salvaje de acantilados, antaño territorio de piratas y contrabandistas, escapa al control de aforos y distancias de la nueva era del coronavirus. Hasta hace unos años era un litoral solitario. Sólo los «encesers», los vecinos de Xàbia y el Poble Nou de Benitatxell que se descolgaban por les «pesqueres» (sendas inverosímiles en los cortados), la conocían como la palma de la mano. Pero con las redes sociales y el auge del turismo intrépido esta costa ya no tiene secretos. Este fin de semana ya han acudido cientos de bañistas. Se pasan la ubicación del inicio de la senda que baja hasta el Sól del Barranc (una antigua «pesquera» ahora conquistada por el turismo) o se organizan para bajar cargados de neveras a la cala de Ambolo, clausurada desde 2009 por los desprendimientos y ahora más destrozada que nunca. El temporal Gloria arrancó el último tramo de la senda de escalones que conduce a este agreste litoral.

Si esta costa ya entraña un puñado de peligros (la Cruz Roja de Xàbia cuenta, de hecho, con un grupo especializado en rescates en los acantilados), ahora se suma la amenaza de los contagios. Los ayuntamientos de Dénia y Xàbia ya han calculado los aforos máximos en sus playas y calas. Lo de la orilla del mar atestada de bañistas ha pasado a la historia. Al menos, de momento. Pero los acantilados escapan a la vigilancia.

Que resulta imposible controlar a ese alud de turistas ya ha quedado demostrado en veranos anteriores. El consistorio de Xàbia llegó a cerrar con una valla de metal el acceso al camino que lleva hasta Ambolo. Pero los bañistas abrieron un boquete y se colaron. Incluso familias con niños pequeños se aventuraban a bajar a esta cala.

Esta semana ya han empezado a acudir bañistas a «pesqueres» como la del Sòl del Barranc. Desde aquí se puede alcanzar a nado la Cova del Llop Marí, que, junto a la de Els Òrguens, es un lugar muy concurrido por turistas que recorren este litoral en kayak o en tabla de paddle surf (estas cuevas son otro punto de posible concentración imposible de controlar). El Sòl del Barranc atrae a los aficionados a la escalada libre en los acantilados (psicobloc) o a quienes buscan el chute de adrenalina de saltar desde los salientes de roca al mar. A estos osados bañistas se les pasa todo por la cabeza. Estos días colocaron una cinta para hacer funambulismo sobre el mar. Esa práctica es una metáfora perfecta de lo que espera este verano en esta salvaje costa de Xàbia. Hasta ahora la obsesión era garantizar el equilibrio entre la riqueza natural y el incremento galopante de turistas. Se impone otro equilibrio, el de evitar que las restricciones en las playas y calas provoquen que los bañistas se escabullan en elevado número hacia este antiguo territorio de contrabandistas y esquivos pescadores.