Las mujeres llevan toda la vida soportando piropos y bravuconadas y ahora que cambian los papeles y son los hombres los piropeados y cosificados se arma la marimorena. «Y estos piropos son bastante más suaves que los que sufrimos en la calle las mujeres a partir de los 12 años», advirtió ayer Vero McClain, la artista y activista feminista que ha revolucionado El Verger con doce letreros que reproducen «cumplidos» lanzados por las mujeres a los hombres, rebajados por una vez a objetos sexuales. La performance de los piropos al revés ha concienciado más en 24 horas sobre el acoso callejero, el machismo y la violencia contra las mujeres que las campañas bienintencionadas y punto. El acoso callejero no se combate con remilgos.

«No hemos utilizado un lenguaje malsonante, sino que hemos jugado con los dobles sentidos de la jerga de la Marina Alta», explicó McClain, que, junto al alcalde, Ximo Coll, y el edil de Cultura, Miguel Pou, posó en un letrero que reza: «Amb eixa carlota, el meu conill berana i se’n va de revetla».

Los piropos al revés casi parecen sacados de un libro de recetas: «Conill», «almeja», «tomaca», «xurro», «figa», «putxero»...

«Me llama la atención que una de las críticas sea que hay que proteger a los menores cuando muchos padres les dejan ver programas de televisión con un lenguaje mucho más agresivo y violento», dijo la activista.

La artista señaló que algunas lindezas que se le dedican en las redes por estos piropos que cosifican al hombre son «feminazi» o «feminista radical». «La reacción social y el debate en la calle forman parte de la performance», precisó McClain, que ya contaba incluso con que surgieran actos vandálicos. Y así ha sido. El letrero con el mensaje «cuidado con esos baches que se te van a pinchar las pelotas» acabó tirado en una papelera. No sería mala cosa, convino la artista, que esos piropos con los que los desconocidos ofenden a las mujeres terminaran también en la basura.

«Las mujeres reciben el primer piropo a los 12 años y los hombres ejercen ese poder desde los 15. Se naturaliza que un extraño lance un piropo en la calle. Las mujeres debemos decidir sobre algo tan íntimo como es nuestro cuerpo».

Los piropos que cosifican al hombre están estratégicamente colocados en una concurrida avenida de El Verger. «Hemos representado un pasillo. Y es así como ocurre en la realidad: las mujeres, quieran o no, tienen que pasar por ese acoso callejero».

«No me esperaba, desde luego, tanto revuelo», advirtió el alcalde, Ximo Coll. «Pero hemos logrado llamar la atención sobre algo que lamentablemente ocurre todos los días en la calle».