Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La pasa centenaria que sobrevive bajo las velas

La familia Grimalt de Gata de Gorgos realiza «l’escaldà» como hace más de un siglo y cobija los cañizos con las uvas bajo un entoldado

La pasa centenaria que sobrevive bajo las velas

Las velas, bien tensas, como las de los pailebotes que llevaron la pasa de la Marina Alta a Cuba, Filipinas, Nueva York y a los puertos ingleses. Pero estas velas no se inflan con los vientos oceánicos. Protegen del rocío y de la lluvia.

Los agricultores de la comarca vendimian ahora la uva de moscatel. Apenas quedan familias que mantienen viva la tradición de «l’escaldà». Se pueden contar con los dedos de las manos. En la Caseta dels Grimalt, una familia de Gata de Gorgos, el proceso es idéntico al del siglo XIX y principios del XX, los años dorados del comercio de la pasa. María y Vicent recogieron en la mañana de ayer la vela y extendieron los 42 cañizos que pasaron la noche «empilats» y resguardados bajo el estirado toldo.

Pero hay que estar pendiente de las nubes. Estos últimos días de agosto y septiembre son de súbitos cambios. Y la uva, que tras pasar por la caldera se termina de secar al sol, no puede coger humedad. Se echaría a perder irremediablemente.

Esa necesidad de guardar por las noches y si llueve los cañizos con la pasa llevó a crear el elemento arquitectónico más singular de la Marina Alta: el riurau. Pero la Caseta dels Grimalt, una construcción centenaria situada en la partida Cauells, en el linde de Gata de Gorgos y Dénia, no cuenta con riurau. Hay un armazón de «pinatells» sobre el que se corre la vela. Se tensa para que el agua y la humedad resbalen. Esa suerte de tejadillo textil es historia viva. La vela, para estrechar todavía más el vínculo del moscatel con el mar (la uva se madura abanicada por la brisa salina), solía ser laque antes había formado parte del aparejo de los veleros que surcaban mares y océanos con las bodegas cargadas de cajas de pasa.

La familia Grimalt mantiene la tradición. Pero, tal y como ocurre con las pocas familias que siguen realizando «l’escaldà», cada vez hay menos manos para llevar a cabo esa tarea diaria de extender los cañizos y luego recogerlos. Se apilan sin que unos chafen a otros. Se colocan «pilons» (bloques de madera) y de ahí que este proceso se conozca como «empilar».

La Caseta dels Grimalt es estos días etnología pura. Si luce el sol, la era está tapizada de cañizos. Si el cielo se nubla, se arma esa especie de tienda de campaña corrida que es la protectora vela.

Compartir el artículo

stats