Pedro Noguera, un pescador jubilado de 72 años, enumera las barcas de la época de esplendor de la pesca en Moraira: «Joaquinet de la Mel, El Francés, Ciscar, Batiste, Juanito, Vicent Boira, Cafetera...». El puerto bullía de actividad. Moraira es, de hecho, un pueblo marinero. Pedro Noguera recuerda que antes de construirse el puerto había «una animalada de llaüts». Los pescadores los varaban cuando regresaban de faenar. «En esa época, en invierno muchos de esos pescadores iban a la obra y el resto del año volvían a la mar».

La primera lonja se construyó en 1943, cuando Moraira respiraba esencia marinera. La actual es de 1990. En 2018, dejó de realizarse la subasta. Una peculiaridad era que podían pujar todos los asistentes. Acudían turistas en autobuses desde Benidorm.

Pedro Noguera recuerda que en esos buenos tiempos de la pesca en Moraira había nueve embarcaciones de trasmall. Ahora solo quedan tres barcas. Y pertenecen a dos familias, los Noguera y los Sirera. Salen a la mar siete pescadores.

«Y tras ellos no queda nadie», afirma el pescador jubilado. «Entre la gente joven, no hay vocación».

Diego Noguera, el presidente de la cofradía de Moraira, no es mucho más optimista. «De momento, estamos nosotros. No sabemos si hay relevo. A nosotros, el mar nos viene de familia. Los jóvenes no quieren dedicarse a esto».

A las 11 de la mañana, la tres barcas de pesca artesanal («Diego y María», «Nuevo villa Moraira» y «Nou Sirera») ya habían vuelto de faenar. Los pescadores descargaban las escasas capturas. «Ha sido un mal día», rezongaba el presidente del Pòsit.

Los pescadores de Moraira llevan sus capturas a las subastas de Dénia, Calp o Xàbia o las venden a restaurantes de Moraira que apuesta por el pescado fresco, sabrosísimo y de primera calidad de esta costa.

Diego Noguera advierte de que es inviable recuperar la subasta. «Con solo tres barcas y sin variedad de pescado, ya que las actuales normativas nos impiden capturar al mismo tiempo varias especies, la subasta no es sostenible».

Mientras, Juan Salvá Oller, marinero jubilado de 64 años (estuvo 43 saliendo a faenar), afirma que Moraira es todavía un pueblo de pescadores. «Mientras queden barcas y hay tres que resisten, seguiremos siendo un pueblo marinero. Pero sí que es verdad que incluso nos hemos quedado sin pescaderías, lo que es llamativo».

Sí, para comprar pescado en este pueblo pesquero, hay que ir a los supermercados. Llegó a haber tres pescaderías, así como la subasta de la lonja. Ahora no queda nada.

La esencia marinera declina. Dos familias la mantienen viva. Los últimos siete pescadores se hacen al mar antes de amanecer y saben que quizás nadie les releve en un oficio duro y sacrificado, pero también tremendamente apasionante.

El futuro del sector, en los institutos de Calp y Dénia

Los alumnos del grado medio de Navegación y Pesca que imparte por primera vez este curso el instituto Ifach de Calp visitaron el martes el muelle de pesca de Moraira. Los pescadores les hablaron del arte de pesca del «trasmall». Les insistieron en que la pesca que ellos practican es sostenible y no esquilma los caladeros. Los marineros de Moraira ven positivo que este instituto o los de Dénia (aquí se ha puesto en marcha el centro integrado público de formación profesional «Gent de Mar») apuesten por la pesca. Pero también se muestran un punto escépticos y creen que estos jóvenes al final se dedicarán a la náutica deportiva, «que da más dinero y es menos sacrificada».