La autopista del Mediterráneo (A-7, luego AP-7 y que ya va para dos años que está libre de peajes) se abría paso a cuchillo. Penetraba en línea recta en la abrupta Marina Alta, una comarca de sinuosa historia. Las obras llegaron a Segària y le dieron un mordisco a la montaña. El muñón es todavía visible. En esos años, principios de los 80, aún no se había aprobado la Ley de Patrimonio Histórico Español (vio la luz en 1985). Tampoco existía normativa autonómica de protección del patrimonio. Era, por decirlo de alguna manera, la «protohistoria» de la protección arqueológica. Y las obras de la autopista, allí, en Segària, en concreto en la partida Vinyals de Ondara, entraron a saco en un yacimiento de época romana.

El pulso a la autopista que salvó una necrópolis romana en Ondara

El pulso a la autopista que salvó una necrópolis romana en Ondara alfons padilla. Dénia

Al arqueólogo Josep A. Gisbert le avisó Salvador Climent Mañó de que la autopista ya se había llevado por delante en la Safor vestigios ibéricos y romanos. «En Vinyals la explanada para la calzada ya estaba hecha. Se había destruido parte del área residencial de una villa romana», rememora Gisbert. El arqueólogo se puso manos a la obra e impulsó una intervención, «que no era de urgencia, sino de absoluta emergencia», que permitió salvar una necrópolis y un alfar de ánforas (una figlina) de epoca romana. Era la Navidad de 1983. «Esas fiestas nos tocó tragarnos muchos muertos», bromea el arqueólogo, que destaca la «espléndida colaboración» del Ayuntamiento de Ondara.

«Nunca hasta entonces había excavado una necrópolis». Gisbert era un joven investigador que luego se convertiría en director del Museo de Dénia. Exhumaron 22 tumbas en un estado de conservación perfecto. Documentaron cuatro tipos de enterramientos. Dataron en el siglo II un olpe, que es una vasija cerámica romana; formaba parte de un ajuar funerario. Mientras, dos inhumaciones infantiles en ánforas arrojaron una cronología del siglo IV.

Al otro lado de la autopista, hallaron un ánfora de vino y otra de salsa de pescado. Procedían de la Bética y de Lusitania y estaban datadas también en el siglo IV. La Escuela Taller realizó en 1989 una prospección en ese lugar y salieron a la luz dos hornos de cerámica. Pertenecían a un alfar de producción de ánforas de vino (una figlina). Años después unas obras de los regantes destrozaron estos vestigios.

No fueron ni mucho menos los únicos restos romanos descubiertos en los años 80 en partidas rurales de la Marina Alta. En 1986, los trabajos de roturación de un campo de cultivo de Benidoleig tocaron piedra. Gisbert llevó a cabo una intervención arqueológica y desenterró un lagar de vino (cella vinaria) datado en los inicios del siglo V.

Luego, se halló en Beniarbeig un bloque de piedra con un damero (escaque) esculpido. Debió pertenecer a un monumento funerario romano.

El arqueólogo repasará todos estos hallazgos del territorio de Dianium en una conferencia que ofrece esta tarde, a las 19 horas, en Beniarbeig, municipio que ahora celebra sus jornadas de difusión del patrimonio arqueológico y arquitectónico de la Marina Alta.

El experto admite que es llamativo que en esos años 80 las obras públicas toparan con vestigios de gran valor histórico y que, pese a que luego se han seguido abriendo carreteras, tirando líneas eléctricas y haciendo zanjas, ya han aparecido escasísimos restos. Los descubrimientos en el mundo rural en las últimas tres décadas se pueden contar con los dedos de una mano. Ni poblados ibéricos, ni villas romanas, ni alquerías andalusíes... De repente, «la niebla», que es el término que utiliza Gisbert.

En esos años 80, quedaban labradores y vecinos benditamente supersticiosos (en realidad era respeto a sus ancestros y a la historia). Avisaban en seguida si trabajando sus campos descubrían una impronta milenaria o si veían que alguna obra pública removía el pasado.

Gisbert mira atrás, a esa arqueología vintage de hace 40 años, y reconoce que siente una punzada de nostalgia.

Los arqueólogos no le llegaron a parar los pies al «progreso», es decir, a la autopista, pero si evitaron que pisoteara y destruyese las huellas de la romanización.