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El comercio centenario que sí resiste en Xàbia

Tejidos Grau, una tienda abierta en 1890, y Casa Ambrosio, de principios del XX, mantienen la esencia de los establecimientos de toda la vida

El comercio centenario que sí resiste en Xàbia

Subir cada día la persiana en una tienda del centro histórico es un acto heroico. Pura rebeldía. «El comercio de pueblo, minorista, da un servicio que no prestan ni las grandes superficies ni las ventas on line. A menudo sabemos lo que quieren nuestros clientes nada más entran por la puerta. Les aconsejamos. Les damos una atención que no van a encontrar en ningún otro sitio». Quien reflexiona sobre los establecimientos de siempre es Miguel Soriano Benavent. Pertenece a una saga histórica de comerciantes de Xàbia. Su hijo, Miguel Francisco Soriano Salines, regenta Tejidos Grau, una tienda del Carrer Major que funciona, como poco, desde 1890.

«Es la más antigua de Xàbia. Creemos que se abrió incluso antes de ese año. Y ahora es de los pocos comercios de telas que quedan en la comarca», afirma Miguel Soriano.

La familia también tiene una pequeña mercería en la estrecha calle de Sant Bertomeu, que da a la plaza de la iglesia gótica. Esta tienda, conocida como Casa Ambrosio, es también centenaria. Durante décadas estuvo en el edificio que mira cara a cara a la iglesia, el antiguo Palau dels Sapena, del siglo XV. «Pero cuando murió mi mujer, Rosa María, mis hijos y yo ya no podíamos llevarlo todo adelante», dice Miguel, que ahora tiene alquilado ese antiguo palacio a una firma de decoración e interiorismo.

«Esta tienda era de mi suegro, Ambrosio Salines, y era más que una mercería. Tenía casi de todo. Aguado, el fotógrafo (el estudio de fotografía también está en la Plaça de l’Església), siempre decía que era como el Corte Inglés». Y sí, los antiguos folletos precisan que Casa Ambrosio era mercería, droguería, paquetería, ferretería, alpargatería o perfumería. «Mi suegro también tuvo una fábrica de escobas, que vendía en la tienda».

Entrar en estos dos comercios es como viajar en el tiempo. La familia reformó Tejidos Grau en 1971. Pero esta tienda mantiene ese aire de siempre. En las estanterías se apiñan los rollos de telas y las cajas de ropa interior, pijamas o camisas. Miguel Francisco se ha esmerado con la decoración navideña. Ha creado incluso un trineo de Papá Noel.

Mientras tanto, la mercería de Casa Ambrosio es puro comercio tradicional. Solo el experto comerciante sabe orientarse en ese universo de cremalleras, botones, cintas, hilos...

Miguel Soriano sabe mejor que nadie que no son buenos tiempos para estos pequeños comercios de pueblo. «Casi nos cuesta dinero levantar la persiana cada día. El futuro lo veo muy negro». Este comerciante afirma, sin embargo, que lo que menos le asusta es la competencia de las compras on line. «No creo que una cremallera se compre por internet. Este género que ofrecemos nosotros es de ir a la tienda, de que los clientes nos pregunten y de mostrarles con calma el género. El trato cara a cara es imprescindible».

Estos establecimientos de siempre también resultan esenciales para dar vida a los centros históricos y evitar el éxodo de vecinos. Sin comercio, los pueblos se vacían, y sin vecinos las tiendas cierran una tras otra.

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