«De Teulada, ni gra ni palla». El refrán no le hace ninguna justicia a un municipio que guarda un tesoro: un molino maquilero que primero funcionó con gas pobre y luego con electricidad. Conserva la maquinaria de la década de 1920, cuando Pascual Pérez Albinyana, que era d’Alfàs de Pi, decidió moler por su cuenta (antes había trabajado en la aceña del Quisi, en Benissa, y ya en Teulada, en el molino de viento de Castellons, en el de carbón de Antonio Ramiro y en el de agua de Benirrisc) el trigo de media comarca, ya que aquí llevaban el grano agricultores de Benissa, Senija, el Poble Nou de Benitatxell o Gata de Gorgos.

La maquinaria, de madera, se ha salvado, pero las correas de cuero están raídas y se adivina que la carcoma ha hecho pequeños estragos. El oficio de molinero lo continuó Sebastià, que era hijo de Pascual. Ambos fueron alcaldes de Teulada y sobresalientes músicos (enseñaron solfeo y música a varias generaciones de teuladins).

El molino, que da a dos calles, la antes conocida como de l’Ermita, ahora avenida de la Palmas, y a la del Molí, hoy Hernán Cortes (ojo a la despersonalización del callejero local), lo ha heredado Irene Pérez Hernández, una joven artista que es bisnieta de Pascual y nieta de Sebastià.

Irene ha buceado en la historia del molino. Ha repasado los detallados diarios en los que los molineros plasmaban las vicisitudes del oficio. La casa fue antes un hostal y un almacén de pasa. Ha encontrado el último apunte que realizó su abuelo antes de dejar de moler. Lo tituló «historia de la marcha del molino» y evocaba que en 1961 todavía funcionaba a «pleno rendimiento», pero luego la actividad fue declinando y «en 1988 ya no se sembró nada de trigo». «Ya hoy, día 17 de octubre de 1989, no se cosecha trigo ni en Teulada ni en ningún pueblo de la comarca. Este molino ha sido el último en parar de trabajar».

Una tolva y una de las muelas del molino maquilero (una maquila es una porción de grano) de Teulada

Paco Pérez, padre de Irene e hijo de Sebastià, recuerda que los últimos clientes fueron los hippies de la discoteca Hacienda, en la Plana de Xàbia, quienes querían harina integral molida artesanalmente.

Otro refrán es ese que dice que «agua pasada no mueve molino». Y viene de perlas. No hay que dejar pasar la oportunidad de rescatar esta joya patrimonial. Irene advierte de que el tejado de cañizo está muy deteriorado. «Llamamos a los obreros. Pero es un parche. Hace falta una intervención de más envergadura».

Y el molino es, desde luego, un tesoro. El ayuntamiento podría crear un museo único, un museo de la molinería. La maquinaria, que siempre es lo más difícil de conseguir, está. El espacio respira historia. Ahora es el momento. El cultivo del trigo ha regresado a la Marina Alta con el proyecto de Jesús Pobre de «Blat de la Marina».

Irene insta a restaurar el molino y va más allá. Ella es licenciada en Bellas Artes, ha trabajado en la Tate Modern de Londres y ahora vive en la Selva Negra (Alemania) y allí gestiona junto a otros artistas (ella es escultora) e historiadores del arte una residencia internacional de artistas. Aboga por crear también en el molino un centro de arte contemporáneo y de experimentación.

De momento, un primer informe técnico del ayuntamiento urge a rehabilitar el edificio y convertirlo en museo. Es un tesoro y Teulada le da la vuelta al refrán del grano y la paja.

Poleas y la maquinaria artesanal y de madera de moler el trigo

1988, el año que dejó de sembrarse trigo

El último apunte en los libros de actividad del molino es estremecedor. Sebastià, el último molinero, había sufrido una trombosis que le afectó al costado derecho y tuvo que escribir esas líneas con la mano izquierda. Aún así, la caligrafía es clara y denota que era una persona instruida y con gran fuerza de voluntad. Retrata el final de una época. Señala que en 1961 «el molino todavía marchaba a pleno rendimiento». Pero a partir de ahí empezó a declinar la actividad. En 1985, Sebastià sufrió la trombosis. Estuvo 15 días ingresado en la Fe. «Regresé, poco podía trabajar, así y todo trabajé algo hasta primeros del año 1988 que terminé totalmente de trabajar».

Al mismo tiempo, el cereal desaparecía de la comarca. «Ya en el año 1986 se sembró muy poco trigo en Teulada y en el año 1987 poquísimo. En 1988, no se sembró nada de trigo».

Ese escrito está fechado el 17 de octubre de 1989, cuando «ya no se cosecha ningún trigo ni en Teulada ni en ningún pueblo de la comarca». Ese día se cerró el último molino de la Marina Alta.

A Paco y a Irene les emociona este último escrito. Un oficio, el de molinero, pasaba a la historia. Sebastià Pérez Ferrer dejó unas líneas titubeantes, sencillas y que conmueven. Ahora se puede rescatar toda esta historia. El último molino, un molino como poco centenario, sigue en pie y puede salvarse.

Paco e Irene, en la puerta de la casa que alberga el molino, muestran uno de los libros de Sebastià, el último molinero